Año nuevo, vida nueva.
1/05/2009 | Author:

Los objetivos que uno se plantea para los próximos doce meses deberían ser pocos, modestos y manejables para evitar que se diluyan pasados los primeros días.

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En este mismo instante, millones de personas del mundo entero estarán planeando nuevos proyectos para el año inminente, y la mayor parte de ellos serán ilusionados propósitos de cambio. Dejar de fumar, ponerse a dieta, reconciliarse con alguien, ser más responsable en el trabajo, dedicar más tiempo a la familia, reanudar estudios abandonados tiempo atrás. Una larga lista de intenciones que anotadas en las primeras páginas de la agenda todavía virgen parecen sencillas de cumplir. Lo de menos es que el año pasado también las hubiéramos formulado en las mismas fechas y al poco tiempo cayeran en el olvido o en el fracaso; cada temporada se renuevan como por efecto de una llamada misteriosa a la renovación hecha rito.

Nada es imposible. La euforia del fin de año hace que todo adquiera el color de las firmes promesas. Si ahora nos sentimos capaces de enderezar el rumbo de nuestras vidas es porque estamos motivados. 'Motivación': una de las palabras sagradas de la época, a la sombra de la cual florecen teorías psicológicas y pedagógicas sin cuento. Si estás motivado, nos dicen, serás capaz de alcanzar cualquier cosa que te propongas. Lo que suele omitirse es que la motivación necesita ir acompañada de la determinación y de la voluntad, y que sin ellas se queda en un vano impulso de la fantasía.

Cargarse de ilusión

El fin de año es tiempo de quimeras como lo es de francachelas y celebraciones varias. Así como al cuerpo se le obsequia con los placeres de la mesa, a la mente hay que ilusionarla con alguna expectativa de futuro, aunque sólo sea para que no se aturda ante el panorama de doce nuevos meses y trescientos sesenta y cinco días por estrenar, cargados todos ellos de incertidumbre, cuando no de melancolía por el tiempo dejado atrás.

Y melancolía también por la conciencia del exceso. No es casual que una gran parte de los píos deseos para enero consista en adquirir hábitos saludables, en contraste con las inmoderadas ingestas de dulces, grasas y alcohol de los días festivos. Nos sentimos como los pecadores ante el confesionario, pidiendo el perdón de nuestras culpas. Pero para obtenerlo es preciso un acto de contrición donde quede claro el firme propósito de enmienda.

Hay que recelar de los arrebatos instantáneos. No se trata de empezar el año ya derrotados, pensando que somos incorregibles y que nada de lo que nos creemos dispuestos a enmendar dará resultado; simplemente hace falta plantearse metas proporcionadas. En vez de tallarse un cuerpo atlético con sesiones de gimnasio diarias, bajar un poco de peso caminando dos o tres veces por semana. Si no estrechar lazos fraternales con los enemigos, sí al menos recuperar la relación con alguno de los viejos amigos abandonados por pereza. En lugar de un decálogo para alcanzar la madurez y el equilibrio, un par de cambios de rutina que nos hagan sentir mejor en lo cotidiano. Los largos viajes se hacen a base de pequeños pasos. «Aut nunquam temptes, aut perfice», aconsejaba Ovidio: no intentes nada que no estés dispuesto a seguir hasta el final. La voluntad no actúa mediante explosivos golpes de efecto, sino con la parsimonia del día a día.

Retos al alcance

A la vez que fabricamos propósitos es necesario urdir la estrategia para llevarlos a efecto con éxito. Y eso empieza por medir las propias posibilidades. Resulta cómica la imagen de individuos que no han hecho deporte en toda su vida y que de la noche a la mañana se compran bicicletas dignas de un competidor en el Tour, pertrechándose de indumentarias sofisticadas desde el casco hasta el calzado, para luego enrolarse en salidas de larga distancia de las que regresan exhaustos y desalentados. El capítulo siguiente no es difícil de imaginar: la bici guardada en el trastero y la ropa deportiva durmiendo para siempre en el armario. Mucho más juicioso hubiera sido empezar a pedalear en pijama sobre un rodador estático, o adquirir una sencilla bicicleta de paseo para andar por el carril-bici del barrio, hasta que, una vez habituados, fuera el momento de concebir objetivos más ambiciosos.

El ignaciano aviso de no hacer mudanza en tiempos de tribulación adquiere más valor si cabe en estos días de relativa enajenación mental, cuando se vive en un cierto estado de excepción entre el entusiasmo y el autoexamen crítico. Quizás en el ambiente haya más felicidad y con ella más optimismo, que siempre vienen bien como carburante para ponernos en movimiento, pero en contrapartida la fantasía se dispara y nos hace perder el control de nuestras decisiones. Así que los propósitos para el año que empieza deberían ser pocos, modestos y manejables; el sabio deja los grandes cambios para ocasiones donde reine la serenidad y, en vez de decidir al dictado de las muy motivadoras burbujas y las estimulantes panderetas, se impongan el control de la voluntad y la certeza de la perseverancia.

LA CITA

CONFUCIO

«La vida del hombre depende de su voluntad; sin voluntad, quedaría abandonada al azar»

CHAMFORT

«Sin mí, yo me portaría de maravilla»

TEÓCRITO

«Con perseverancia se llega a todas partes»

AUGUSTO MONTERROSO

«Único propósito de Año Nuevo: perdonar a mis colegas ser mejores escritores que yo»

Fisgoneado en La Verdad.

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