He escuchado muchos pregones que más bien parecían mítines políticos, y de lo que se trata, en realidad, es de anunciar las fiestas.
No hay asociación pasionaria, parroquia, pequeña ermita o simplemente persona amante del arte que no conozca en la Región a Pedro Noguera. Nació en la pedanía murciana de Espinardo, muy cerca del Museo Salzillo, y la obra del escultor deciochesco ha dejado una profunda huella en su taller. Recientemente en el barrio murciano de San Basilio estrenaba un trono para procesionar al patrón, ahora está ultimando obras para otros lugares de provincias limítrofes. El pasado viernes pregonó las fiestas de su pueblo.
-Dicen que pregonero es quien anuncia ¿qué novedad trajo usted a sus vecinos?
- Es el acto oficial con que dan comienzo las fiestas. Espinardo ha recuperado el origen de esta actividad como acto de gran relevancia social pues se celebra en el Casino, uno de los edificios más emblemáticos del pueblo. Como es natural, en mi caso, me ha traído al recuerdo las fiestas de mi infancia.
-¿Cómo eran aquellas fiestas de hace medio siglo?
-Ahora mismo para mí, y así se lo transmití a mis vecinos, ha sido el momento para revivir los recuerdos entrañables que uno tiene: el olor a los puestos de turrón y los colores de las guirnaldas. Son aromas y colores que guardas dentro de ti y que nunca desaparecen. La noria y los caballitos los recuerdo de manera especial. El castillo de fuegos artificiales se montaba en las tierras de mi abuelo materno y los artilugios que producían aquella mezcla de sonidos y colores no son ni peores ni mejores que los de ahora, pero sí distintos. Ahora ha desaparecido toda aquella estructura de pueblo. Hoy es prácticamente una prolongación de la ciudad.
-Hasta hace poco eran cargos políticos quienes sistemáticamente pregonaban las fiestas. Ahora van pregonando poco a poco otras personas de la cultura y del arte, ¿qué le parece?
- El pregonero históricamente decía «por orden del señor alcalde» pero esto ya ha pasado. Me parece maravilloso que la gente de la cultura, la literatura y el arte tengamos la oportunidad de dirigirnos desde una tribuna a los vecinos. Para mí ha sido una experiencia única pues no estoy acostumbrado, pero el arte y la cultura está más asociada con los festejos que con la política. He escuchado muchos pregones que más bien parecían mítines políticos y de lo que se trata en realidad es de anunciar las fiestas.
-Su pregón concluyó con un ¿Viva el Cristo de la Salud. ¿Qué es lo que tiene?
-Es una talla impresionante de José Planes, de Espinardo. Cuando estaba terminando de pintarla en su taller de Madrid, su hijo Emilio, de 13 años, fue arrollado por el tren. Los colores de la paleta con la que se pintó llevan las propias lágrimas de Planes. Posteriormente se la trajo a la Senda de Granada, dónde él vivía, y los vecinos fueron a pagarla, y recogerla para trasladarla a la iglesia. En aquel momento, le dijeron que todo el pueblo se había esforzado económicamente, pues el costo era de 30.000 pesetas. Él no rebajo ni un céntimo: «este es el precio del Cristo», y tras abonárselo, del bolsillo contrario sacó quince mil pesetas y las donó a la comisión para las fiestas de aquel año.
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