En la sala El Jardín, de Molina de Segura, presenta 'Antilógica', exposición con 63 piezas, de las que muchas son desconocidas.
Desde la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Molina de Segura propusieron a Pepe Yagües montar una muestra antológica (las mejores piezas de una amplia trayectoria); pero él pensó que, con treinta y nueve años que calza, era mucho pedir a su trayectoria. Lo máximo que podía ser, se dijo con humor, sería una Antilógica, que así se titula la exposición que presenta en sala municipal El Jardín. Lo que sí contiene es una selección de obras que nunca se han expuesto en Murcia, pero que ha tenido que recuperar desde Bogotá, París, Barcelona, Valencia... Hay piezas procedentes de los fondos de distintas galerías; otras que el artista conservaba en su estudio; y, las últimas, realizadas con la oportunidad precisa para esta exposición. En total, sesenta y tres obras, con títulos muy ingeniosos, y no menos colmados de significación.
-No sé si yerro, pero lo primero que se advierte es que quiere demostrar sentido del humor.
-Porque no concibo el arte como algo serio, sino como algo divertido. Ya hay en la vida demasiadas cosas serias, como para seguir insistiendo en ello. Procuro, con mis obras, divertirme yo y divertir a los demás.
-¿Y no puede ser que tanta diversión afecte al conjunto de un modo negativo, como si sólo supiese realizar chiquillerías?
-Hay gente que entiende el arte sólo como una cosa seria, pero yo no he encontrado nada negativo. en lo que hago. También hay quien ve en mis obras rasgos de calidad, porque no me puedo quejar de mis ventas. Llevo ya quince años viviendo de esto. Me consta que hay gente reacia a introducir el humor en el arte, porque piensa que se trata de algo parecido a hacer tiras humorísticas para la prensa, que son mucho más perecederas. Salvo que te bases en cosas muy concretas y localistas, el arte con humor sí puede perdurar, porque estará basado en cuestiones generales relacionadas un poco con la esencia humana.
-Hay obras grandes y otras casi diminutas. ¿Demasiado contraste?
-Siempre he hecho en pequeño todas mis obras grandes. Y cuando están en su fase primera las termino de modo que no necesiten añadido alguno a la hora de transformarse en la pieza definitiva. Unas están concebidas para tamaño grande y otras, para pequeño. Ha habido artistas que no han necesitado hacer obras grandes. A mi me gusta trabajar los tamaños en función de lo que me pide el cuerpo.
-De todo este conjunto, ¿hay alguna que le provoque más emoción?
-Tengo varias líneas de trabajo, Hago tallas en madera, a la que me he dedicado ahora. Hay otras hechas en acero, y hay relieves de hierro sobre papel, a base de objetos encontrados. Cada una una tiene su razón de ser y me aporta sus emociones.
-¿No es una locura poner en marcha tantos compartimentos?
-No. Me gustan todas las líneas. Lo que hago es ir alternando y así me divierto más. Yo no padezco trabajando. Tallar una madera es un gustazo. Se parte de un trozo de tronco y vas viendo como surgen las formas. Algún día quiero captar las imágenes, para que se vea como va surgiendo la escultura. Es como liberar unas formas que hay encerradas dentro del tronco.
-Y, mentalmente, ¿no le supone una contradicción enfrascarse en unas formas u otras?
-Lo tengo muy claro, porque, mientras no tengo terminada una obra, no paso a la siguiente. Nunca estoy trabajando varias obras al mismo tiempo. Es mi forma de trabajar. Si no tengo muy claras las ideas sobre lo que quiero, no me pongo a realizar una pieza. Es un método un poco oriental. Como el que hace grafismos con un pincel un poco bulboso. Primero lo tiene claro, y luego ejecuta.
-¿Le cuesta mucho encontrar esa claridad de ideas?
-Ahora mismo tengo overbooking de ideas. Tengo los proyectos amontonados. La ideas están claras, pero es que para acabar una talla, por pequeña que sea, te tiras una semana o un mes. Ves que te falta tiempo.
-Búsquese ayudantes.
-Alguna vez los he tenido, pero pienso que te dan más disgustos que otra cosa.
-Esas figuras en acero y hojalata, ¿las ha aprendido, las ha copiado, son propias?
-Yo las llamo dibujos en el aire. Son como completinas, perímetros de las formas. Son mías, hechas a base de remaches, sin un punto de soldadura. Con los remaches quedan más limpias.
-¿Qué le dicen, qué se comenta?
-No me preocupa, pero sé que a la gente le encantan mis obras. El mayor gustazo es que haya quien se enamore de algo que tu has hecho y quiera tenerlo. Eso no tiene precio. Para mí lo más emocionante fue lo que me sucedió con un coleccionista alemán, que sufría depresiones. Vio una exposición mía en Alemania, algo que le ayudó mucho a salir de su fase depresiva. Es uno de los elogios más grandes que me han dicho en mi vida. Que lo que uno hace pueda servir para ayudar a otros a emocionarse. El otro día también llegó a la exposición un chico ciego, que venía acompañando a otro joven. El ciego decía que para qué iba a entrar, si no podría ver nada. Pero yo le dije que entrase y que tocase las piezas. Se lo pasó pipa, averiguando si lo que tocaba era un tornillo o una tuerca, una cosa u otra.
-Una de las figuras perennes en sus exposiciones es el minotauro. Parece incuestionable.
-He hecho bastantes obras de esta figura mitológica. Me gusta mucho. No creo que se le identifique con mi obra en conjunto, pero de hecho, en la exposición de Picasso en el Museo Reina Sofía, sobre cómo influyó su pintura en artistas posteriores, Paolo, el hijo del pintor malagueño, quiso que se expusiese una obra de un minotauro que había visto en París, pero el comisario no quiso. Como los comisarios son quienes organizan y llevan sus ideas
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