Los mayos digamos oficiales se suelen cantar en la madrugada del día primeros del mes florido. Es decir, con el 30 de abril recién cumplido. Pero si el encargo del personal capitalino es poderlos escuchar cómodamente en un recinto cerrado, la campana del Carmen de Rincón de Seca se viene para acá. Y, lo que es más bonito, con todo el gusto del mundo. Porque, tanto los mayos como las auroras, tiene vocación de que se les oiga. Y por eso montamos el espectáculo en el Aula de Cultura de La Verdad y Cajamurcia.
Los mayos, todo hay que decirlo, no nacieron en la Huerta, pero sí que se recriaron en ella. Según el Hermano Mayor de los Auroros del Carmen, Ricardo Castaño, fue don Antonio Garrigós quien los trajo desde La Mancha. Pero debe saberse que los mayeros de Murcia revalidaron lo bien que se habían aprendido la lección, cuando se presentaron en Ciudad Real y fueron aclamados por el público.
Esta y otras curiosidades nos contó Ricardo Castaño, quien, como no podía ser de otra manera, es poeta. Y entre salve y salve de auroros, recitó para el respetable un inspirado poema a Jesús Nazareno.
Otro que habló con mucha sabiduría y desparpajo fue el tío Paco Ortuño, auroro viejo, que calza ochenta y un años, pero sigue activo en la campana, dándole a la correlativa. Aunque dejó pronto su trabajo de huertano, porque estaba ya harto del azadón, nunca se fue del todo. En los ratos que le quedaban libres como dependiente de Cafés Moreno, en la castiza plaza de San Pedro, ya lo tenías cantándole a la Aurora, en su Rincón de nacimiento.
La anécdota del suceso del lunes en el Aula fue que la organización reservó las dos primeras filas, para que las ocuparan los auroros y mayeras. Mas no se atrevieron a usar los asientos, pensando que no eran para ellos, sino para la gente conspicua, o sea principal.
También hubo flores que lucían en las candilejas, por decisión afortunada de Tomás Alburquerque, responsable mayor de la sala.
A lo último se unieron a la campana los tocadores de instrumentos (guitarras y acordeón) y las mujeres, dos sopranos entre ellas. Se juntaron así como cuarenta personas en el escenario -más que en las viejas revistas de Colsada- y cantaron todo lo cantable.
Lo pasamos bien, me creo yo.
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