Hace unos años escribí un poema que evocaba imágenes de mi niñez a través de la experiencia que suponía subir a la ciudad en el autobús desde el barrio de San Cristóbal. Una de las imágenes marcadas en este trayecto era la silueta cuadriculada de la Torre Alfonsina al pasar por encima del puente viejo, atravesando una frontera imaginaria. Allí estaba ella mirándonos desde cualquier punto, dejándose mirar y dándonos la seguridad de estar a salvo en un lugar familiar y seguro. Así de ingenuos somos de niños.
Esa imagen es ya un recuerdo. Desde que se cedió a Turespaña el terreno para construir un parador nacional en el recinto de nuestro castillo se ha ido dibujando en este lugar un desafortunado proyecto por su magnitud arquitectónica y por su ubicación. Este parador monstruoso sigue creciendo, destruyendo día a día nuestra memoria histórica y la imagen del elemento más emblemático de la ciudad de Lorca como es su castillo, a demás de arrebatarnos a los lorquinos la propiedad de la Torre Alfonsina.
En estos días en los que el proyecto empieza a materializarse en toda su extensión me pregunto nuevamente como es posible que nuestros representantes políticos hayan consentido y fomentado esta barbarie descomunal. Por qué se ha consentido edificar un volumen de obra tal que ha modificado para siempre una fortaleza que era un punto de referencia visual para todos los lorquinos y lorquinas. Cómo se ha permitido la destrucción de una riqueza arqueológica reconocida a nivel internacional.
Cuando oí hablar por primera vez del parador me pareció una idea errónea pero nunca pensé que el error fuera tan grande, pensaba que se construiría un edificio sin apenas impacto visual y respetando el entorno único que se había cedido con toda ligereza a una empresa privada. Está claro que no he perdido la ingenuidad de la infancia.
En estos momentos está ya muy definida la envergadura del desastre. Me avergüenzo de que personas que supuestamente deberían velar por la conservación de nuestro patrimonio hayan consentido que en el castillo de Lorca se esté construyendo un parador que en realidad es un macrocomplejo hotelero, me refiero tanto a políticos como arquitectos, arqueólogos, juristas y técnicos en general.
Turespaña no ha desaprovechado el gran favor que se le hizo al cederle un enclave único que nunca se debió de destruir en beneficio de un interés comercial del que Lorca a penas se va a beneficiar. Y ante tanto disparate los lorquinos nos hemos mantenido pasivos, callados mientras el monstruo ha seguido creciendo hasta devorar por completo la torre Alfonsina y su entorno. Cabe mencionar la labor de la Asociación de Defensa del Patrimonio de Lorca que lleva años manifestando su oposición a este proyecto. La codicia de algunos ha destruido la mayor seña de identidad de nuestra ciudad y cuando el monstruo acabe de crecer permanecerá allí contemplándonos desde su altivez como un nuevo referente de Lorca: el de la ambición y la falta de respeto hacia algo que era de todos y ya hemos perdido para siempre.
María Jesús Caro es escritora.
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