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La intensificación de la agricultura acaecida en las últimas décadas en toda Europa «ha supuesto el abandono del cultivo de variedades y de especies de elevado interés», según denuncia ANSE. Así, mientras que algunas variedades (por ejemplo, las naranjas sanguinas o el trigo raspinegro) han sido sustituidas para dar paso a variedades seleccionadas más productivas, más resistentes a la plagas o simplemente más homogéneas, otras especies han dejado de cultivarse prácticamente (caso de ciertas legumbres como guijas y yeros o frutales como los nispoleros). Estos cambios han afectado al consumidor, ya que las cualidades organolépticas e incluso nutritivas de los alimentos «han empeorado en numerosos casos». Un ejemplo «se encuentra en los tomates comerciales, muchos de los cuales carecen del sabor característico de esta hortaliza».
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