Si no oigo el sonido de los tambores ni veo el ambiente en la calle no entro en calor. Necesito absorber la energía de la gente para darle fuerza a la pieza.

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Redoblan los tambores. Aparece el Encuentro en la Vía Dolorosa y los devotos enmudecen. Entonces una voz desgarrada irrumpe impregnando de sentimiento y devoción toda la plaza, lanzando flechas sonoras que atraviesan el corazón y el alma de los más fieles. Esta es la estampa que presenta San Antolín cada lunes Santo cuando Isabel Nicolás aparece en el balcón de la casa de Paco Leal. Lo de esta murciana es el cante flamenco. Aquellos que la han visto actuar junto a grandes guitarristas en el Antiguo Mercado de la Unión o en Lo Ferro lo pueden atestiguar. Pero hace bastantes años, Isabel, decidió aunar su pasión musical con su devoción. Ahora, cada Semana Santa recorre casi toda Murcia entonando sus saetas. Los que no conocen su arte tienen hoy la última oportunidad en Alguazas, a partir de la una del mediodía.

- ¿Cuanto tiempo lleva interpretando saetas y por qué decidió lanzarse a este arte?

- Empecé a cantar en San Antolín hace ahora 18 años, al Cristo del Encuentro. Aunque no tenía mucha escuela, yo siempre había cantado flamenco, por la influencia de mi tía Isabel, pero nunca me había planteado lo de las saetas. Entonces un buen día, mi querido Paco Leal me dijo en su cocina: «Prima, ¿por qué no pruebas?» La verdad es que me daba miedo, pero al final le he cogido gusto al asunto y ahora voy de pueblo en pueblo con el cante.

- ¿Quién le escribe las piezas?

- Pues las primeras me las hacía sobre todo Paco Leal y las ensayábamos ahí mismo, en su cocina. Después me han escrito otros como Ángel Roca, el ilustre poeta trovero de Cartagena.

- ¿Para entonar saetas hay que ser tan devoto como el que más?

- La saeta cantada sin sentimiento no es saeta. Está claro que si no sientes las cosas no puedes transmitir nada. Yo, además, soy muy procesionista. Toda mi familia ha sido cofrade en el Santísimo Cristo el Perdón, desde mi abuelo, pasando por marido y llegando hasta mis hijos. Así que el lunes me paso el día vistiendo nazarenos antes de salir a cantar. La de San Antolín es mi procesión y, por eso, es la única en la que no cobro.

- Yo pensaba que esto era una tradición andaluza. De hecho, hay murcianos que piensan que las consideran como algo forzado y ajeno, porque lo nuestro son los Auroros.

- A mí eso no me importa mucho. Siempre me gustó el flamenco y, por eso, siempre lo he cantado. Dada esta devoción, la gente me pregunta si soy andaluza. ¡Vete tú a saber si mi madre hizo alguna trastada! Pero no, no me parece nada forzado lo de cantar saetas aquí en Murcia.

- Dada su naturaleza, supongo este arte sólo cobra sentido cuando una está rodeada de devotos y se encuentra al Cristo delante.

- Es que si no oigo el sonido de los tambores ni veo el ambiente en la calle no cojo la dinámica y no entro en calor. Necesito absorber la energía de la gente para cambiar el chip y darle fuerza a la pieza. Encima, siempre canto mejor cuando me he marcado ya unas cuantas piezas, porque se me calienta la voz.

- ¿Se componen saetas de calidad en Murcia?

- Yo creo que sí. También es cierto que Murcia viene mucha gente de fuera para componer e interpretar.

- Creo que este año en San Antolín le pusieron megafonía y la gente no salió excesivamente contenta...

- Sí, porque la gente está acostumbrada a ver como me desgarro la voz en el balcón y lo de la megafonía le parece raro. No obstante, hay que decir el sonido en San Antolín fue muy malo: demasiado fuerte y distorsionado, tanto que casi no parecía mi voz. ¡Ni siquiera me oía porque no tenía monitores! En cambio, en San Pedro también se utilizó un equipo y el sonido fue mucho mejor. A mí me va lo de cantar a capela.

Fisgoneado en La Verdad.

This entry was posted on 4/12/2009 and is filed under , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.