Cultura y Tradición a través de Imágenes

Cualquiera que recuerde aquellos óleos suyos llenos de intensos colores, de niños jugando en la plaza; de viejos platicando ala sombra de una palmera en la plaza del pueblo; o de paisajes abandonados, cubiertos de negra tierra removida y con destellos brillantes por los reflejos del sol..., cualquiera recordará de inmediato que Asensio Sáez había descubierto una forma de sentir y de interpretar, adobada de cierta resonancias naif, con la que expresaba, más que nada, su dedicatoria enamorada, su deseo de hacer las cosas a su aire. García Martínez se preguntaba en ese comentario ya anotado, cómo serían su pintura y su literatura, si Asensio Sáez hubiera crecido, por ejemplo, en Finlandia. Nunca algo de Asensio.

Esas ilustraciones con que Asensio ilustraba sus textos publicados en La Verdad, son un descubrimiento por varias causas: van sucediéndose con una variedad constante, en función de la temática literaria; y están realizados con el mayor de los ingenios.

Es fácilmente perceptible que a Asensio le gustaba aplicar sus cuentos y narraciones a sonoros acontecimientos o hechos normales muy de actualidad: La carta de amor, el cante, el oficio del pintor, su pueblo, el Tenorio, los restaurantes, la playa, el tapeo diario... Supo transformar tanta ordinariez de la vida diaria, con unos textos de exquisita factura, acompañados de unas ilustraciones llena de paciente arte y delicadeza. Y, también, puede contemplarse un pequeño dibujo, que, aunque limitado al mero concepto de apunte, en sí mismo encierra -con apenas el trazo de unas líneas- la visión de una obra situada en un emocionado ambiente.

Ojeado en La Verdad.