El típico ventorrillo, situado en el cruce de antiguos caminos de Beniaján, deja definitivamente de servir chatos de vino después de 150 años de historia.

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DESPEDIDA. El pedáneo de Beniaján, Francisco Hernández, bajo el rótulo de 'La Nueva Parra'.

Ya no pararán los carros con la burra, ni ahora los coches, en el merendero La Nueva Parra. El alboroque a los difuntos y la reunión de todas las noches de los jueves cumpliendo el ritual los hombres para discutir el precio de las patatas, charlar de las huertanas a las que la edad ya les llega para ser casaderas, o el revuelto de anís paloma al alba, es ya historia. Este mismo mes de agosto, justo ciento cincuenta años después de que abriese por vez primera La Parra ha cerrado sus puertas para siempre.

Era de esas tabernas de pueblo. El parral que había en la puerta de acceso al recinto le dio nombre al establecimiento. Abrió sus puertas a mediados del siglo XIX en la Calle de la Cacarruta, ahora rebautizada como Calle del Merlo, situada en pleno centro del casco urbano de Beniaján, pero que en aquellos tiempos era lugar céntrico del pueblo y cruce de caminos y sendas, los que venían del Caminico, o de del Camino de los Leales; también quienes se acercaban de la huerta al toque de la parroquia de San Juan tenía como lugar obligado de parada la taberna La Parra para tomar un chato de vino, siempre de Jumilla.

Era un establecimiento con olor a mesas de troncos de morera y sillas ensogadas de anea, con las paredes del local limpias como los chorros del oro, y no era para menos, pues se había adecentado con azulejos de adornos siguiendo la tradición árabe.

Como ocurre con algunos negocios, en este caso también pasó de herencia, en esta ocasión a José Riquelme Marín, cambiando sólo el nombre, La Nueva Parra, ventorrillo que ha continuado manteniendo exactamente la misma estructura del local y también las recetas del puchero: ternera en salsa, lengua estofada, patatas al ajo cabañil, costillas a la brasa, eran platos obligados de tomar; y eso sí, las cabezas de cordero asadas al horno, tal cual hacía más de cien años aquellos viejos abuelos y hombres de la huerta llevaban a casa como obsequio a sus mujeres después de la obligada tertulia de los jueves.

Pero los tiempos pasan, se emprenden nuevos negocios, a los nuevos retoños no les importa que el parral continúe echando nuevos tallos de uva, pero ellos buscan nuevos oficios, menos esclavos detrás del mostrador.

A la clausura asistieron las fuerzas vivas del pueblo: el alcalde pedáneo, miembros de la Junta Vecinal, representantes de distintas asociaciones y hasta el cura del pueblo no quiso perderse el chato de vino, aunque estuviese sin bendecir, pero ha sido el último brindis. La Nueva Parra ya no echará nuevos zarcillos para asar cabezas de cordero. Las puertas se han cerrado cumpliendo 150 años de historia.

Una vez más tenemos que asistir a la despedida de un establecimiento que ha sabido ser el escaparate de una Región de esencia huertana como era su carta gastronómica y de vinos. Pero lamentablemente 150 años de Historia tras varias generaciones se nos esfuman, gracias y principalmente a que se nos ha vendido el boom del éxito rápido, que la vida son dos dias, mientras nuestros antepasados solo pensaban en sobrevivir y poder poner la mesa todos los dias aunque fuera del plato equivocado que le habían llevado al cliente que siempre y como fuera siempre tenia la razón, pues el, es el que traía la riqueza a casa aunque fuera por un chato de vino de Jumilla rebajado con agua rica y transparente de mejores tiempo del Segura.

Solo me queda desearles toda la suerte del Mundo para esa generación que no ha querido continuar en un establecimiento que no ha tenido que utilizar ningún marketing para llegar a sobrevivir 150 años. Más que la simpatía y el agrado con el que recibían al cliente habitual o al de paso por la pedania camino del mar o de regreso para casa. Si Señor no existe mejor marketing que el trato cercano al cliente y el buen humor con el que estas personas día a día. Durante 54750 días han atendido varias generaciones a los clientes que al ventorrillo han querido descansar o comer.

Muchas gracias por ser durante tantos años una sincera y cercana imagen de lo que hemos sido los murcianos. Y no la imagen que queremos vender cuando no sabemos si queremos vivir del Turismo o del Ladrillo.

Ojeado en La Verdad.

This entry was posted on 8/21/2008 and is filed under , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.