Artistas de la palabra, contadores de historias, repentistas y trovadores se dan cita en San Javier desde mañana al 30 de agosto.

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Un juglar en el siglo XXI podría chocar más que un astronauta en la corte del rey Arturo, pero no. Matías Tárraga Manrrubia es un artista multidisciplinar, inspirado en los medievales, cantante, tañedor de instrumentos, pero experto en el espectáculo de hoy. Como historiador, su arte fluye sobre la inmensa cultura hispana. Como cuentista, despliega sus encantos con ese aire bohemio y un poco canalla. Como coordinador del I Encuentro Internacional de Juglares, que vivirá San Javier del 26 al 30 de agosto, reunirá a 14 artistas para entretener con el don del verbo.

- Le rindo todos los honores, pues su profesión de juglar dio lugar a la de periodista. Sin ustedes, puede que no existiéramos los plumillas.

- Pues sí. Los romances de ciego serían como el España Directo de nuestra época, o como El Caso. Trasladaban noticias y hechos de pueblo en pueblo. En el siglo XX aún algunos periódicos publicaban coplas del crimen, que era lo que hacía el ciego romancero. Muchos juglares de ahora cuentan cosas de su tierra. Juglar viene de iocularis, jugar, y en la fiesta se junta el poderoso con el resto y nadie es nadie. El juglar hace participar a todos como en un ritual. Trabajamos con arquetipos del imaginario colectivo, por eso nos ven cercanos.

- Pensándolo bien, puede que la mala fama que arrastramos los periodistas se deba a que ustedes, los juglares, han llevado una vida un poco crápula ¿no?

- Sí. El juglar viaja mucho, por eso la fama. La regla de San Benito por la que se regían muchos monasterios habla de los tipos de monjes, y dice que el monje jiróvago, que iba por los monasterios contando historias y se bebía todo el vino, era el peor. Un juglar podía ser hijo de campesino, pero divertía a los príncipes. Por eso surgió el trovador, autor de sus letras y cortesano. Los juglares quedaron expulsados y al nivel de los asesinos y prostitutas. Los ciegos, como no existía la Once, cogieron el oficio de juglares y gracias a ellos podemos saber como fueron otros tiempos.

- ¿Qué variantes tiene la juglaría aún hoy en día?

- El juglar es un artista completo, casi renacentista. Es un aprendiz de mucho, usa la capa, traga fuegos, hace malabares. En San Javier tendremos cuentistas, versadores, Bululú (actor decimonónico que hacía él solo todos los personajes de un teatro), repentistas (troveros e improvisadores de décimas), titiriteros, clowns, expertos en polipoesía (juegos de palabras), contadores de historias, romanceros, ministriles, tañedores de instrumentos

- ¿En España se practica mucho la juglaría?

- Sí. De hecho, la figura es ibérica, muy de aquí, aunque cada tierra tiene sus cantares de gesta. A veces se considera injustamente un arte menor, pero no lo es.

- Murcia tiene mucha tradición oral ¿no?

- Sí, aunque no había ningún festival de juglares. No queremos que se pierda. No es un encuentro para rememorar, sino algo vivo que funciona en las escuelas, los escenarios. Se trata de dignificar la profesión y llevarla a los teatros, aunque el juglar se adapta a todo. Sabe improvisar.

- ¿Los juglares son también un poco historiadores?

- Sí, pero contamos la historia directamente al público. Es un encuentro crítico, ya que pueden irse o discrepar. La objetividad no existe, y el arte es la subjetividad que le pones a la noticia. Debería haber talleres de juglaría para periodistas. La historia es el puro ritmo de lo que cuentas.

- Utilizan mucho material de textos antiguos, pero ¿dónde están ahora las fuentes?

- En la vida diaria, en las técnicas de teatro, de voz. Hay gente investigadora.

- ¿Cómo se llega a la decisión de que uno quiere ser juglar?

- Hay un come come, un gusto por la tradición oral, por la literatura y el teatro. Empiezas a hacer expresión artística y descubres a otros, de los que aprendes. Es una búsqueda abierta.

- ¿Cómo supo usted que sería juglar?

- Yo ya hacía teatro y escribía poesía cuando estaba en la Universidad. Un día perdí las 11.000 pesetas para pagar el piso y le pedí a unos amigos que me dejaran actuar en su restaurante. Saqué 15.000, y decidí irme a Barcelona. Viví de la calle, contando historias y tocando instrumentos. Vine caminando de Barcelona a Águilas ganándome el camino contado cosas por las plazas. Después me fui a Colombia. Y en América me conoce ya más gente que en España.

- ¿Qué lleva en su repertorio?

- Un popurrí de tradición oral y versos propios, textos de otros autores, León Felipe, Machado textos religiosos. Toco la flauta y el rabel. Ahora quiero incorporar poemas de terror.

- Para un juglar, como para un periodista, son cruciales el comienzo y el remate final de su historia. ¿Cómo terminaría ésta?

- A cuento viene contar:

Los cuentos que ahora cuento

mas, en cuanto cuente cien

os daréis cuenta que miento

pues es cuento ese también

que yo canté sin contar

cuántos cuentos yo contaba

y de los cien que conté

con cincuenta ya bastaban.

Ojeado en La Verdad.

This entry was posted on 8/25/2008 and is filed under , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.