Una tortuga en el camino.
6/05/2009 | Author:

Pistas para salir al encuentro de los quelonios en las sierras del Guadalentín.

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La tortuga mora es algo así como el lince de la naturaleza murciana: quedan pocos ejemplares y los que sobreviven están muy amenazados porque ocupan territorios reducidos y además tienen escasas posibilidades de conquistar nuevos espacios. Una tortuga mora es una joya, y quien se ha encontrado con una durante un paseo por el campo sabe bien la alegría que se experimenta al observar en su medio a este animal tan simpático y tan valioso.

Porque esa es otra: quien sólo ha visto ejemplares de tortuga mora en cautividad debe saber que en la naturaleza son aún más bonitas. El caparazón está reluciente, sin marcas ni suciedad alguna, por el efecto de la lluvia y el roce constante con la vegetación. Nada que ver con el lamentable aspecto de las que malviven en patios durante décadas.

Por suerte, la creciente concienciación medioambiental está acabando con la costumbre de tener tortugas moras en casa (es un delito cogerlas de su medio natural, así como comprarlas, por cierto). De todos modos, tampoco es conveniente liberar ejemplares que hayan estado en cautividad, porque pueden transmitir enfermedades a las poblaciones silvestres. Lo adecuado es contactar con los organismos dedicados a la conservación de la especie (ver ficha).

Una vez conocidos estos datos básicos, es bueno saber que esta época es ideal para observar a las tortugas en el campo. Como la que se arrastraba el pasado sábado a eso de las once de la mañana por la rambla de la Carrasquilla, en Lorca: una hembra de unos diez años con un caparazón bien lustroso que se desplazaba por la orilla del camino hasta que encontró un hueco por el que se metió entre la vegetación.

¿Es tan fácil verlas? Sí y no. Hay que patearse los espacios naturales donde están las mejores poblaciones, buscar terrenos más o menos llanos, en zonas umbrías... y tener suerte. En cualquier caso, hay que recordar que las mayores densidades de población son de unas diez tortugas por hectárea. Para ir al encuentro de los escasos quelonios murcianos con cierta garantía de éxito, piérdase este fin de semana, entre las 9 de la mañana y las doce del mediodía (en las horas de máxima temperatura se esconden) en:

Cabezo de la Jara:

Este espacio natural de Puerto Lumbreras es un buen lugar para ver tortugas. Hay que tomar la carretera del albergue juvenil, seguir por la izquierda en el cruce del observatorio astronómico y dejar el coche junto a la Casa Amarilla, en la falda del monte. El mismo camino, en buen estado, nos introduce en un ecosistema de bosque mediterráneo perfectamente conservado donde podemos pasear mientras buscamos ejemplares.

Rambla de la Carrasquilla:

Este paso natural entre las sierras de Carrasquilla y Almenara es una

autopista

para las tortugas. El tramo transitable de la rambla arranca en la diputación lorquina de Purias (algo más abajo del Collado de los Estudiantes, cerca de la curva del Camborio) y termina en la carretera de Campo López, en plena Almenara.

La Escucha:

Esta diputación lorquina, en plena Sierra de Carrasquilla, también es una zona óptima para encontrar tortugas. De hecho, en esta zona se localiza el Cortijo de la Tortuga Mora de la Fundación Global Nature, en la finca Cumbres de la Galera. Desde la autovía Lorca-Águilas, en el alto de Purias, por una pista que sale a la derecha de la autovía (la salida hacia el Lorca Golf Resort, aunque nosotros seguimos a la derecha, pasando junto a la ermita de Villa Real). El camino se convierte en un par de kilómetros en una compleja red de pistas, alguna de ellas cortada con cadenas. Lo más efectivo es transitar por zonas bajas, mejor si son pequeñas ramblas, y tener en cuenta que en los bancales labrados recientemente y sus cercanías las posibilidades son casi nulas.

Suerte a quienes se aventuren en el safari mediterráneo, aunque es importante que recuerden lo siguiente: bajo ningún concepto se puede uno llevar a casa una tortuga. Se puede coger para mirarla bien, pero hay que dejarla en el mismo lugar en el que la hemos encontrado. Viven en nuestros montes (más bien los suyos) desde hace al menos 35.000 años. No seamos nosotros quienes aceleremos su desaparición.

Fisgoneado en La Verdad.

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