Presenta en Madrid 'Los asesinos lentos', premio Café Gijón de Novela. Rafael Balanzá Escritor.

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Nació Rafael Balanzá el mismo día que se suicidó John Kennedy Toole. 26 de marzo de 1969. Hay quien cree en las casualidades y quien piensa que el azar no es puramente azaroso; Balanzá es, sin duda, de los segundos. En cualquier caso 'La conjura de los necios' es uno de esos libros que le convirtieron en escritor e Ignatius J. Reilly uno de los personajes que le marcaron, y eso ya es una señal. Reconoce Rafael Balanzá que «estaba convencido de que mi obra sólo sería reconocida cuarenta años después de mi muerte, que casi había conseguido que me 'molase' la idea; este premio ha torpedeado mi leyenda trágica». Lector 'corsario' y voraz, autodidacto, colaborador de la revista SPM (información para ayuntamientos y policía local), 'arrabaliano' confeso y activo escéptico.

«Me anunció fría y serenamente que iba a matarme, aunque no de inmediato», esa es una de las primeras, amenazante y directa, frases de 'Los asesinos lentos', premio Café Gijón de Novela, dotado con 30.000 euros y editado por Siruela. Los miedos de la vida cotidiana son los argumentos con los que se entreteje esta novela de Rafael Balanzá. Historia entre lo absurdo, lo terrible y la sorpresa. Balanzá ya nos había inquietado con 'Crímenes triviales', cinco cuentos como cinco alimañas. Ahora vuelve a enseñarnos los costurones de la realidad. Capaz de crear un clima extraño en lo cotidiano y de seducirnos con una historia de culpables sin culpa y de verdugos sin motivos. Hoy presenta su novela en Madrid.

- Se ha muerto Salinger, ¿y ahora qué hacemos?

- Se ha perdido un escritor excelente y fabuloso, aunque inspirador de algo terrible: la muerte de Lennon, uno de mis grades mitos.

- La realidad se rompe y allí puede ocurrir cualquier cosa…

- Esa línea kafkiana es lo que luego se llamó realismo mágico. En algún lugar he leído que García Márquez, cuando leyó a Kafka, exclamó: ¡Así es como contaba los cuentos mi abuela! Me interesa el lado oculto de lo cotidiano. Milan Kundera, en 'El arte de la novela', dedica un capítulo a Kafka que se titula 'En alguna parte, ahí detrás'. Eso es lo que busco: la filosofía de la sospecha, algo que está en Freud y también en el cine de Hitchcock.

- Y en Camus, porque sus novelas tienen un cierto aroma 'camusiano'.

- Claro, es uno de mis 'santos patrones'. Es el tipo de escritor, en cuanto hombre, al que me gustaría parecerme. Me gusta ese Camus de las fotos con el cigarro casi colgando. Me entusiasma su gran legado de integridad moral marmórea.

- ¿Qué sería de nosotros sin Kafka?

- Si no hubiera existido Kafka, lo hubiésemos inventado. En el fondo Kafka nos inventó a nosotros sabiendo que nosotros íbamos a inventarlo a él.

- Crear un clima extraño en lo cotidiano, esa sería una de las características de sus relatos.

- El clima es casi todo. Los pequeños detalles inquietantes son los que construyen la atmósfera y 'Los asesinos lentos' está repleta de pequeños enigmas y accidentes cotidianos que hacen que el mundo comience, poco a poco, a desajustarse.

- Buscar en lo cotidiano su parte de misterio, ¿transforma su forma de mirar el mundo?

- Mi forma de ver el mundo quizá sea la que condicione mi literatura. Salvador Dalí, que era un gran escritor, decía que 'la naturaleza es sobrenatural'. Y esa frase resume mucho de lo que relato en la novela: la realidad es mucho más de lo que parece.

- ¿Vivimos atrapados en un mundo dominado por el absurdo?

- Eso parece. En el libro hay dos temas principales. En un plano que podríamos llamar sociológico, se trata del problema de la incomunicación, especialmente en la familia. Por otra parte, en un aspecto más filosófico se aborda la cuestión del nihilismo, con todas sus consecuencias. Esto último tiene mucho que ver con la degeneración ética y política de Europa por un lado y, por otro, con el terrorismo yihadista. El filósofo francés André Glucksmann ya relacionó hace unos años ambas cosas en un ensayo titulado 'Dostoievski en Manhattan'. El terrorismo islámico aparece de manera indirecta, alusiva, en mi novela. Se insinúa cuando Valle le explica a Cáceres que una sociedad como la nuestra apenas tiene la posibilidad de neutralizar a alguien dispuesto a sacrificar su propia vida.

- Con las iglesias hemos topado.

- La religión, que parecía un asunto del pasado, ha resurgido y se ha transformado en un tema candente. El problema es que sin religión, sin Dios, no hay verdadera ética. Horkhehimer y Adorno tenían mucha razón al decir que el que acepta derivar la ética de la razón es un necio supersticioso. Me doy cuenta que en España estas cosas no interesan a nadie, pero la novela se venderá bien por el sexo explícito y por la violencia que contiene.

- ¿La vida es un gran malentendido?

- No lo sé, pero vivo bajo la sospecha de que sí lo es y con la esperanza de que no lo sea.

- ¿Todos podemos ser víctimas, todos podemos convertirnos en verdugos? ¿Está seguro?

- Yo tengo una visión muy pesimista del ser humano, comenzado, claro está, por mí.

- ¿Qué es lo más extraño que le ha ocurrido?

- Ganar el premio Café Gijón, yo quería ser un escritor maldito.

- ¿Qué le asombra, que le deja perplejo hasta el cansancio?

- Todo, yo mismo. Vivo en la maravilla permanente. En 'Terciopelo azul' de David Lynch los personajes dice continuamente: ¡Qué extraño es el mundo! Yo comparto esa extrañeza.

- ¿A qué tiene miedo?

- A la muerte y a las compañías de teléfono móvil. Uno vive abrumado, casi aterrorizado, por la idea de la mortalidad y la finitud. Mi carrera literaria es una huida hacia delante. Cuando era pequeño me impresionó 'The Trial', de Orson Welles, una película basada en 'El Proceso' de Kafka. Hay una escena, que me aterrorizó, en la que Anthony Perkins huye en un túnel perseguido por un enjambre de niñas casi carnívoras. Yo me veo corriendo por ese pasillo, no sé para qué ni por qué, pero corro y muy deprisa. Yo entiendo la literatura más como una reacción que como una acción.

- Cita a Nietzsche en la novela para decir que 'se puede sufrir por un exceso de vida o por un defecto de vida'. ¿No hay mucho lugar para el optimismo?

- Nietszche es un finísimo psicólogo y un gran diagnosticador, aunque sus soluciones son tan coherentes como terribles. Nietzsche, quitando a Dios de la ecuación, saca las mismas consecuencias que Dostoievski desde el otro lado del espejo: si Dios no existe todo está permitido, algo que está en Adorno y también en Woody Allen, en películas como 'Delitos y faltas' o 'Match point'. En España hay una especie de consenso filosófico que pretende obviar este problema.

- ¿Dios existe?

- Soy un ateo incluso con poca fe en el ateísmo.

- ¿Es un escéptico?

- En el sentido antiguo del término, no el que no se cree nada sino el buscador, el que está siempre alerta.

- ¿Nadie se encuentra a salvo de la locura?

- La cordura es muy frágil, basta ver los telediarios. La frontera entre la apariencia y la realidad es otro de los temas de la novela. Me interesa muchísimo la neurología y la psiquiatría.

- ¿Qué le incomoda, qué le irrita, qué no soporta?

- Lo primero que no soporto es a mí mismo. Soy un hombre-problema y comparto lo que decía Heinrich Böll, que se negaba a llamar felicidad a aquello que durase más de tres o cuatro segundos. A partir de ahí, 'in crescendo', me cuesta soportar la falsedad. ¿Voy jugar a ser auténtico como escritor? Pues sí, voy a intentar decir siempre mi verdad, desconozco cualquier verdad absoluta.

- ¿La literatura nos salva de algo?

- Mi objetivo principal es el de entretener a la gente y ganar, de paso, algo de dinero. Luego tengo otro secundario, mucho más modesto: refundar la civilización occidental.

- Será modesto, pero parece más complejo.

- Ya, el tiempo lo dirá.

- ¿Qué nos salva del aburrimiento y la mediocridad?

- De la mediocridad no nos salva nadie ni nada, es el signo de los tiempos. Acaso nos salvan algunos vestigios de lo sublime, como algunos libros de Fernando Arrabal y poco más. Del aburrimiento nos salva, quizá, la literatura. El escéptico, el que busca una verdad escondida que intuye en alguna remota parte se aburre menos; al que tiene fe, al que cree que el mundo es lo que parece, el mundo le acaba pareciendo tedioso.

- Y, ¿ahora?, ¿qué se trae entre papeles?

- No lo sé. Hay que esperar.

EL AUTOR

Rafael Balanzá (Alicante, 1969) reside en Murcia desde 1986.

En enero de 2002 fundó la revista 'El Kraken', cuya trayectoria se ha prolongado hasta febrero de 2009 a lo largo de 27 números. De ella dijo Fernando Arrabal que era sin duda la mejor revista de Europa.

Ha publicado la colección de relatos 'Crímenes triviales' (Ediciones J.J. Nicolás). 'Los asesinos lentos' es su primera novela.

Olisqueado en La Verdad.

This entry was posted on 2/04/2010 and is filed under , , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.