3110452

Ramón García, fotografiado en su casa en el año 2007.

Los fotógrafos que en Cartagena han trabajado o colaborado para prensa o agencias de información en medio siglo han sido más de veinticinco y tal vez más de treinta y cinco. Adrede inicio la crónica menuda desempolvando algunas pinceladas del anecdotario de un hombre peculiar que se fue para siempre a finales de 2009: Ramón García Pérez. Había sido casi como un niño pero multiplicando por diez o por doce la edad de la criatura. Todos le querían como era: nada egoísta, totalmente desprendido, bohemio y obsesionado con su relicario gráfico (museo) en su hogar en la calle Palas.

En La Manga, años 70, Ramón se disponía a fotografiar a un destacado personaje del cine mundial (Debbie Reynolds) y la rubia treintañera le preguntó a bocajarro en un castellano 'chapurreao'. «Pero, amigo, ¿lleva usted carrete para hacerme la foto?»

La broma de la famosa actriz estuvo inducida por Pascual García Mateos, corresponsal de prensa en La Unión. Pascual conocía casi como nadie a Ramón, fijo en las actividades de la Mesa Café que preparaba el unionense, y era consciente de los típicos olvidos de su acompañante en las tareas gráficas. Un Ramón, colaborador de prensa, que andando los años en 2007 recibió el premio Cartagenero del Año, acto en el que el galardonado quiso autofotografiarse.

Café con 'mister' Thatcher

Ramón conoció en La Manga Campo de Golf a Denis Thatcher, esposo de la 'Dama de hierro'. Más de una vez el Premier invitó a café al fotógrafo más desprendido que he conocido. Muy pocas veces cobraba las fotos que le encargaban. Otro de sus conocidos circunstanciales era Manuel Fraga Iribarne, al que siempre saludaba en las visitas del político gallego a nuestra zona. Pero es que su cámara fotográfica, una pieza de museo con los colores rojo y gualda, llamó la atención incluso de los Reyes de España cuando visitaban Cartagena y Ramón estaba en el grupo de fotógrafos próximos a los monarcas. Y una vez, siendo Príncipe el hoy Rey, sin saber cómo ni por qué Ramón se vio subido en un helicóptero que utilizaron don Juan Carlos y dos o tres pasajeros más para un recorrido de quince o veinte minutos por los alrededores.

La firma Juan Sáez (padre e hijo: Tornell y Manzanares, segundos apellidos respectivamente) dejó escuela en los años cincuenta y setenta. El tan famoso como polémico gol de Amaro que rompió la red del Ceuta en un partido en el Almarjal fue captado por la máquina de Sáez y su histórica foto colocada semanas en las vitrinas expositoras de la familia en la calle Campos, frente al Quiosco Fénix, en junio de 1958. Antonio González-Conejero, el primer delegado de 'La Verdad' en Cartagena, halló importante colaboración en Juanito Sáez, quien unos 8 años después se pasó a la competencia, 'El Noticiero', de la familia Carreño, primero en calle Jara y por último en el Coto Dorda.

3110436

Fotógrafos en un pleno de la Asamblea Regional.

Un día que Juanito hacía fotos de un partido del Cartagena en el viejo estadio en el que se erigió en 1988 lo que hoy es Carrefour-1 (antes Continente), el pelotazo de un penalti lanzado de forma fallida por el jugador de la tierra Alfonso Melenchón a la portería sur dio en la nariz y rompió las gafas del fotógrafo que estaba sentado a metro y medio de la meta. Gajes de un oficio que no se eternizó en su caso pues con el tiempo trasladó su residencia a Cataluña y allí trabajó para Repesa como inspector. Al romper con su anterior profesión, también rompió o quemó miles de fotos de su archivo.

El hilo conductor de la historia nos sitúa en la vida de otro querido fotógrafo de prensa, en 'La Opinión': Carlos Gallego, un asturiano de familia de mineros, llegado desde el Principado para trabajar en principio en la factoría de Bazán, y que nos dejó a los 48 años de edad con muchas cosas aún por hacer. Que era querido no es un adjetivo de regalo ni estereotipado. El mismísimo Francisco Celdrán Vidal, presidente de la Asamblea Regional, escribió de él en tono elogioso calificándolo de especialista en información parlamentaria en un libro editado ex profeso a modo de póstumo homenaje. Su compañero y amigo Juan Manuel Díaz Burgos también elogió en ese libro al fotoreportero 'asambleario' por excelencia. Carlos hasta se jugó el tipo la tarde de la quema de un ala del edificio de la Asamblea, cuando los agentes antidisturbios tuvieron que enseñar los dientes a todo aquel que se movía por el Paseo de Alfonso XIII.

A los tanques en zapatillas

Una madrugada, Carlos fue llamado con urgencia por los jefes del periódico para el que trabajaba. Le encargaban unas instantáneas en el recorrido urbano de unos carros de combate que iban a partir desde Tentegorra hacia la ciudad, debido a una posterior operación lejos de Cartagena. "¡¡Esto es muy, muy urgente..!!" le dijeron a un Carlos Gallego tan somnoliento que saltó a su calle (la de Peroniño) con las zapatillas de estar en casa y con ese calzado se fue a la captura de las fotos requeridas, tan campante.

Gustaba de invitarse con sus compañeros y colegas, algunos de la acera opuesta en lo profesional, en la Bodega Nicolás, de la calle del Carmen, y entre los amigos estaban pobres de Cartagena, a los que ayudaba en lo que podía. A nadie miraba Carlos por encima del hombro. Su esposa Isabel, arqueóloga y enseñante, estaba orgullosa de él, y con su esposa los hijos.

De la fotografía que requería un largo proceso -cuando los líquidos, el cuarto oscuro, el carrete, el celuloide, el papel más o menos sensible, el secado del papel…- a la fotografía digital, paraíso de la relativa comodidad para los profesionales, Pedro Sánchez Gallego 'Saga', corresponsal gráfico de Efe en Cartagena desde 1984 a 2004, hace referencia a su etapa de colaborador de prensa local y las prisas en el envío de fotos por sobre depositado en el autobús de línea de Giménez Hermanos a Murcia. «Más de una vez llevaba yo mismo las fotos, el papel, todavía mojado, en coche, y un día ocurrió que, para que se secasen las cartulinas, abría la ventanilla y el viento se llevó volando las fotografías. Fue un desastre».

'Saga' decidió vivir sólo de su negocio (estudio fotográfico) en parte debido a que «este oficio no estaba bien retribuido».

Hoy continúan nuestros (en LV) José María Rodríguez, Antonio Gil y Pablo Sánchez del Valle; Javier Conesa, Pedro Martínez, Pepe Albaladejo, Godinez y otros de la nueva ola, almacenando anecdotario de su vida laboral y artística cotidiana. «Si no hay vocación, no hay nada que hacer», comenta uno de ellos. Son los sucesores de los Manolo Ruiz Cifre, Ramón de 'Foto Estudio 2000', Moisés Ruiz, Paco Torres (hoy empresario del comercio textil), Damián, Joaquín Conesa, de Santa Ana, y una relación que se pierde en la lejanía de mogollón de esfuerzos, horas y horas dedicadas, riesgos sufridos, teóricos y reales.

Olisqueado en La Verdad.

This entry was posted on 2/22/2010 and is filed under , , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.