Vuelva usted mañana.
12/09/2009 | Author:

El siglo XIX 'resucita' en el renovado Museo Nacional del Romanticismo, que abre al público el viernes después de nueve años.

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El comedor, un espacio para la familia.

Que nadie lo niegue. Hay pocas cosas tan estimulantes como mirar por el ojo de una cerradura. El curioso que llevamos dentro disfruta viendo sin ser visto, como espectador inopinado de interioridades ajenas. A gran escala, el nuevo Museo Nacional del Romanticismo ofrece justo eso, una mirada íntima a toda una época, los decenios centrales del siglo XIX, y a un estamento, la alta burguesía, en pleno despegue socioeconómico en aquella España. Cómo comían y dónde evacuaban (con perdón) esas familias, sus fiestas, el 'apartheid' doméstico de las mujeres, el rincón de juegos de sus cachorros... El museo reabre sus puertas este jueves con todo su arsenal tras un parto muy largo. Nueve años cerrado, ocho de obras. Renace con nueva categoría como institución nacional -la primera división de la liga museística- y ofrece, más que nunca, «una conexión inmediata» con el romanticismo español. «Es una joyita», dice entusiasmada su directora, Begoña Torres. Un espacio recoleto, una bombonera recargada, como lo eran las casas patricias en el reinado de Isabel II (1833-1868), cénit del estilo romántico español. Dorados, oropeles, brocados, arañas de cristal, instrumentos de cámara, retratos y porcelanas, 6.000 objetos pueblan las 26 salas del palacio de Matallana, del siglo XVIII, como antítesis del minimalismo. «Frente a esos museos enormes, fríos, aquí están las piezas a la mano, te arropan, y te facilitan la comprensión de la época», señala Torres.

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Alcoba femenina con cuna y dosel.

Son las piezas y cómo están dispuestas, lo que cuentan. El piano Pleyel de la propia reina, ese arpa gótica en el salón de baile, decorado en rosa y oro. Casi se puede oír el frufrú de sedas y miriñaques, el aleteo de los abanicos, armas de seducción masiva en manos de las damas decimonónicas. Están el oratorio, con el retrato de San Gregorio Magno, de Goya, para nutrir el alma, y el saloncito de fumar, oriental y exótico, para placer exclusivo de los caballeros. El cuarto de higiene masculina, los primeros espejos de cuerpo entero que dejaron de ser privativos de la nobleza, los 'donpedros', retretes portátiles que luego la servidumbre vaciaba. Entre las piezas se incluye también el 'trono' evacuatorio de Fernando VII, propiedad del Museo del Prado. La insistencia en el tema de las aguas mayores y menores no es banal; en esos años los buenos usos de aseo e higiene corporal empezaban a prender con fuerza entre las castas más pudientes.

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En el siglo XIX la igualdad de género, la conciliación, eran entelequias. El universo femenino intramuros del hogar resultaba asfixiante. La buena mujer era «la buena madre, la buena esposa, la buena dueña del hogar, su único horizonte. Se las consideraba seres delicados, sin sustancia y sin capacidad para afrontar el mundo exterior», explica la directora Torres. La alcoba femenina, con la cunita de bebé al lado, el ajuar, puntillas, encajes y artículos de tocador, se recrea con precisión. En el museo no hay muros divisorios, todas las estancias fluyen en un continuo, pero la separación entre los ámbitos masculino y femenino es tan nítida como la frontera que entonces confinaba a la mujer entre las cuatro paredes de casa, sin acceso a la vida pública.

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En memoria de Larra. La supuesta pistola con la que Mariano José de Larra se quitó la vida en el año 1837. El periodista tenía 27 años de edad, pero retrató toda una época a través de sus escritos.

Las pistolas de Larra

Creado en 1924 por el segundo Marqués de la Vega-Inclán (1858-1942), 'padre' también de los museos Casa del Greco (Toledo) y Casa de Cervantes (Valladolid), el Museo del Romanticismo permite distintas lecturas. Además, del escrutinio al corazón de la vida altoburguesa, ofrece a los visitantes un curso acelerado de historia de España. Las artes decorativas y pictóricas, porcelanas, óleos, lienzos, ilustran las convulsiones dinásticas al final del reinado fernandino, el germen de las guerras carlistas de sucesión y el ascenso al trono de la niña Isabel.

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Abanico ilustrado con escenas del regreso de las tropas de África.

Y está Larra, claro, paradigma máximo del Romanticismo español. Una sala lleva su nombre, presidida por un retrato del 'pobrecito hablador' y las supuestas pistolas con las que se descerrajó el tiro fatal. Todo indica que son falsas pero quedan muy aparentes. El suicidio, tan caro a la literatura romántica de arrebato y desespero, se evoca con cierto sarcasmo en dos óleos de Leonardo Alenza, 'Sátira del suicidio romántico' y 'Sátira del suicidio por amor'. Descontento vital y sátira, dos características del XIX «de plena actualidad ahora», apunta Begoña Torres.

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'Sátira del Suicidio Romántico', de Leonardo Alenza.

El museo completará su exhibición permanente con exposiciones temporales, conferencias, conciertos, simposios e investigación sobre la época romántica. Y sin perder de vista la mercadotecnia. Una tienda de regalos y un salón de té abiertos al público servirán de cebo para atraer a los visitantes a este enclave del Madrid más castizo, entre los barrios de Chamberí y Malasaña. Pretende ser un oasis de calma en medio de la gran ciudad a partir de la semana próxima.

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Un brasero, signo del confort burgués.

Estos días resulta difícil invocar el espíritu de Larra en medio del trajín de operarios que, poco antes de la hora 'd', aún fijan rótulos, prueban la megafonía o atornillan paneles en el museo. Esto es España y hay cosas que no cambian, en el siglo XIX o en el XXI. El caos previo a una inauguración es tan consustancial como el milagro final; todo estará a punto para la bendición oficial de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, hoy jueves. Usted, ciudadano de a pie, vuelva mañana, que diría 'Fígaro'.

Del viernes al domingo serán jornadas de puertas abiertas, gratuitas para el público. No se apelotonen; el aforo máximo es de 100 personas a la vez. Las bomboneras es lo que tienen.

GUÍA PARA EL VISITANTE

Museo Nacional del Romanticismo. Tel.: 914481045, C/ San Mateo, 13. Madrid.

Horarios: de noviembre a abril, de martes a sábados: 09'30 a 18'30 h. De mayo a octubre, de martes a sábados: 09'30 a 20'30 h. Domingos y festivos: de 10'00 a 15'00 horas. Lunes cerrado.

Precios: entrada general, 3 euros. Precio reducido para determinados colectivos, 1,50 euros. Gratis los sábados a partir de las 14'00 h. y los domingos.

www.museoromanticismo.mcu.es

Fisgoneado en La Verdad.

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