Después de 14 años, el barrio de El Secano mantiene una tradición que incluye comida típica y mercado.

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El niño Jorge Belmonte, con tan sólo cinco meses y medio de edad inauguró ayer, en la cuna, el belén viviente de la barriada raaleña de El Secano. De esta forma, un centenar de personas daban vida a la presentación que, año tras año, llevan a cabo del belén viviente de El Raal, combinando los principales pasajes bíblicos en torno a la Natividad de Jesús y en un entorno totalmente huertano, como es el lugar donde se representa, en El Raal. Por la tarde dos niñas, Esther y Blanca, también recién nacidas, ocuparon la cuna turnándose durante el tiempo que permaneció abierto para que cientos de visitantes contemplasen la escena del Nacimiento de Jesús, incluido San José, María, la burra y el buey.

Ana Sánchez no paraba de un lugar para otro, llena de alegría, para que todos estuviesen en su lugar y recreando fielmente los papeles que tenían asignados y que ya no precisan casi ensayar, pues son catorce años ininterrumpidos que este belén viviente abre sus puertas en Navidad, haga más o menos frío, llueva o truene.

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Maruja Dols y Encarna no paraban de llorar, y ni por alegría ni por tristeza, sino por la humareda que desprendían los troncos encendidos donde preparaban buenas sartenadas de migas con tropezones, buñuelos y paparajotes. Aquí se producía el primer atasco de los visitantes, pues nadie quería dejar de degustar esta exquisitez de la huerta recién salido de la sartén. Un total de veinte y cinco kilos de harina se convirtieron ayer en estos delicatessen de la huerta.

El mercado estaba repleto de las mejores frutas y verduras de la huerta raaleña, todas recogidas ayer mismo por la mañana, con el frescor del relente de la noche. «Así conservan todas sus propiedades naturales», decían las vendedoras que, con la romana en mano lograban coger bien el pulso, a veces incluso hacían venta pasándose del punto fiel que marcaba, pero era lo que se regalaba al comprador.

Las bolilleras, con el bolillo bien pegado a las moreras, se dejaban los ojos en sacar a la luz, con los cruces de hilos de diferentes colores, verdaderas obras de arte. Las lavanderas, en el río con agua corriente sacaban brillo a calzoncillos, delicadas ropas de interior femeninas y trapos de limpiar la mesa, cogidos con sus respectivas pinzas.

Fisgoneado en La Verdad.

This entry was posted on 12/27/2008 and is filed under , , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.