En su libro 'Recetas de cocina para mujeres deliciosas', que está a punto de ver la segunda edición, recoge una serie de recetas sencillas y fáciles de realizar.

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Se supone cual sea su profesión; y si, por aquello de de cerciorarse, se le pregunta, salta con la velocidad del rayo: «Yo soy cocinero, faltaría más». De no serlo, no tendría explicación ese libro suyo publicado por Tres Fronteras hace unos meses -a punto de aparecer la segunda edición-. Juan Acebal es, pues, autor de recetas de cocina para mujeres deliciosas, que cuenta, además, con ilustraciones -todo hay que decirlo- de Fernández Melero. Una serie de platos en los que se une la tradición, la imaginación y los buenos ingredientes. Juan no presume, pero hay que dejarlo solo, porque se entusiasma hablando sobre lo que cada plato contiene.

-Explíqueme lo del título que no entiendo muy bien eso de las mujeres deliciosas

-La verdad es que es un libro de cocina ligeramente erótica.

-¿Quiere decir que una mujer, haciendo un huevo frito, va a experimentar gozo sexual?

-Cosas que se dicen. También he leído que la fabada asturiana es el plato más erótico. Lo que quiero dejar claro es que se trata de un libro, en el que la protagonista es la mujer. Me parece que la palabra hombre no figura en ningún sitio. Cuando se le nombra, lo hago como otra cosa, lo que sea, entre comillas. Explico, desde la mayor simplicidad, cómo se hace una receta de cocina. He elegido cuarenta recetas y diez postres. No es un libro feminista en el que la mujer sea un utensilio; más bien, diría que la mujer es el sujeto, el activo.

-¿Tan extraño es que la mujer cocine?

-Tampoco es eso. Se trata de exponer un conjunto de sensaciones de antes, durante y después de cocinar.

-¿Son platos difíciles para la mujer que no sea deliciosa?

-Son platos, perfectamente hechos, que puede conseguir cualquier mujer sin aditamentos innecesarios. Yo no pongo una nueva mantequilla, ni utilizo un argot gastronómico, ni hablo de chefs, ni de las diferentes cocinas. Es algo simple, sencillo, para que sepa hecerlo cualquiera que lo desee.

-A estas alturas, libros de cocina no creo que falten.

-De acuerdo, pero este está escrito con un tono distinto, desenfadado, incluso para que la mujer se ría mientras cocina cada plato, disfrute cocinando y no se cabree. Tiene un tono simpático, también irónico.

-La mujer en la cocina no hace más que cumplir con sus obligaciones.

-Yo diría que ha sufrido una tiranía absoluta. Se le ha gritado, si una comida no le ha salido bien. O ha tenido que comer después del marido. Lamentable. Tenía que estar pendiente de todos, y nadie le ayudaba a fregar los platos. Lo que yo hago es que el hombre, el alter ego, que sea quien trabaje. Que sea quien limpia los platos, porque no sabe cocinar. Que esté para esto, si no sabe hacer otra cosa. Y, si no, que aprenda y se integre haciendo su cocina.

-¿Qué tipo de platos incluye?

-Hay platos árabes, mozárabes; platos asturianos o murcianos, como los paparajotes. Hay recetas curiosas; otras, muy conocidas, como el pastel de cabracho, pollo al caramelo, pechugas de pato a la naranja, cebollas rellenas de Casa Nisia, quien, por cierto, era una tía mía.

-¿Tendrán paciencia las mujeres para ir leyendo sus recetas?

-Yo siempre planteo una especie de introito de cada plato, que es el método para despertar la curiosidad d dela mujer. Con esas cebollas, por ejemplo, yo cuento cómo la receta llegó a mis manos a través de mi madre. Yo tengo una ventaja: soy un escritor mediocre y un cocinero mediocre. Normalmente, los escritores buenos no saben cocinar, y los cocineros buenos no saben escribir. Por esto, yo sé equilibrar.

Fisgoneado en La Verdad.

This entry was posted on 5/02/2009 and is filed under , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.