Seis personas hacen deslizar las cuerdas que permiten mover el trono de 3.500 kilos.

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No cabía ni un alfile. Con bastante tiempo de antelación ya buscaban los mejores lugares los vecinos para ver bajar la patrona desde su camarín con un artilugio a base de maderas y poleas que en 1915 ideara el carpintero y ebanista local, Fernando Lancis. Ahora sus familiares sucesores cuidan con especial cuidado el artilugio, que tuvo que ser reproducido tras la guerra civil.

El problema era sencillo y un tanto peliagudo. La patrona del pueblo, Nuestra Señora del Rosario, es obra de Roque López adquirida en 1790, si bien tanto las dimensiones del camarín como las escaleras de acceso a él se construyeron tan pequeñas que no había ocasión que la imagen se llevase un rasguño cada vez que la movían de su lugar habitual. Lancis tuvo la idea: por donde más espacio hay es exactamente delante de ella misma, ante el altar mayor, y se puso manos a la obra para idear que el trono bajase completo a los pies del mismo altar para que fuese procesionada.

El artilugio se pone en marcha tradicionalmente sólo una vez al año, con las fiestas patronales, al no ser que por motivos excepcionales tenga que salir a la calle de nuevo en procesión. De ahí que no hay vecino, joven o adulto, que no quiera perderse este emotivo momento acompañado por los sones del himno nacional con banda de música situada en el coro.

Apenas son cinco minutos, pero fuerza y maña tiene que ir sincronizadas por las seis personas que a pulso hacen deslizarse las cuerdas que dejan bajar los tres mil quinientos kilos que pesa la talla con el trono y los adornos florales. «Es un momento muy emotivo, no se puede expresar», decía a La Verdad Pedro Galián que en esta ocasión cumplía treinta años bajando la Virgen. Su hijo, Juan Manuel, era la tercera vez que lo hacía y el abuelo de éste lo hizo toda su vida. Es una tradición que transmitimos de familia en familia. Seis personas intervienen en la bajá, como así le llaman; y diez personas intervienen posteriormente en la subida de la patrona hasta su mismo lugar.

Una serie de adornos florales y sobre todo lienzos de telas azules y blancas no dejan ver ni el artilugio ni a las personas. El público sólo observa una talla de especial hermosura y ricamente adornada con flores que primero desciende y después es elevada. Pero la emoción continúa pues nada más salir a la puerta de la parroquia realizan un castillo de fuegos artificiales de ruletas chinas, además del castillo final a la recogida de la procesión.

Ojeado en La Verdad.

This entry was posted on 10/10/2008 and is filed under , , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.