Excursión circular de cinco kilómetros en una isla vegetal que Yecla comparte con cuatro municipios alicantinos.

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El Altiplano nos proporciona otra mirada: da la impresión de que todo está un poco más solo en unos paisajes que parecen estar lejos de cualquier parte. Eso le pasa a la Sierra de Salinas, un espacio natural de más de 4.000 hectáreas que comparten Yecla y los municipios alicantinos de Pinoso, Villena, Salinas y Monóvar. Desde sus miradores hay vistas despejadas de las sierras del Buey y del Carche, y a lo lejos se avistan montañas melladas por las canteras y extensos cultivos de viñedo. La Sierra de Salinas, pese a sus importantes valores medioambientales, no está blindada del todo administrativamente, ya que sólo disfruta de la condición de paisaje protegido. ¿Sus méritos? Albergar más de 800 especies botánicas (el 35% de las existentes en la Región) y dar cobijo a una amplia colección de aves rapaces (águila real, ratonero común, águila culebrera, azor, búho real, cárabo...). La cobertura vegetal está dominada por el pino, la carrasca y el madroño.

4.000 hectáreas dan para mucho, pero una buena manera de aproximarse por primera vez a este importante y solitario espacio natural es haciendo una excursión circular de unos cinco kilómetros con salida y llegada en el Aula de Naturaleza del Coto de Salinas, en el paraje de Las Colonias. Entre dos y tres horas de camino.

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La boca de la Cueva del Lagrimal, fotografiada desde el interior.

Aula de Naturaleza.

Iniciamos la excursión en unas instalaciones municipales que acogen campamentos juveniles en verano y avanzamos por el camino que nos lleva hacia el paraje de Las Colonias: se llama así porque esta zona se repobló con colonos a principios del siglo XX. La experiencia fracasó, y las viviendas

-que siguen disfrutando sus descendientes- han quedado como recuerdo de unos tiempos difíciles en los que se trató de mantener un núcleo de población ganando terreno al monte.

En unos 800 metros nos salimos del camino y tomamos una senda por la derecha que pasa delante de una colonia y se interna en la sierra. Cuando tengamos vistas de la Piedra del Nichuelo habrá que tener cuidado con una senda que sale a la derecha, puede que cortada con unas piedras, y que nos llevaría hacia el barranco. Nosotros, cuesta arriba.

La senda se inclina muchísimo, lo que nos permite ganar altura rápidamente. En el siguiente cruce de sendas seguimos por la derecha. La vegetación se cierra ahora sobre el sendero, que se convierte en un bellísimo túnel vegetal. Pinos de gran tamaño cubiertos de líquenes y densas manchas de carrasca nos acompañan en este tramo de umbría donde se aprecian con facilidad las huellas de los jabalíes, que levantan terrones de tierra en busca de lombrices y raíces. El mojón que nos encontramos en un pequeño collado nos indica que entramos en el término municipal de Villena.

Cueva del Lagrimal.

La senda comienza a bordear un barranco que se abre a nuestra izquierda, y en un recodo avistamos la boca de la Cueva del Lagrimal, eternamente húmeda por la filtración del agua de lluvia sobre la roca calcárea, fenómeno que da lugar a un goteo incesante. Desde la cueva, a unos mil metros de altitud, se domina un amplio territorio, lo que explica que se haya documentado un gran número de asentamientos humanos en su interior a lo largo de 12.000 años. Más recientemente, fue escondite de bandoleros, entre ellos el mítico Jaime el Barbudo, y también sirvió de refugio durante la Guerra Civil. Todo el entorno de la cueva está catalogado como microrreserva botánica, así que vale la pena deternerse un rato para apreciar la enorme variedad vegetal que nos ofrece este lugar, uno de los pocos de la Región donde siguen creciendo los helechos en abundancia (y en otoño nos sorprenderá la gran cantidad de hongos que produce esta sierra). La senda sigue rodeando el monte y ganando altura, hasta alcanzar una zona más abierta y llana donde apreciamos restos de antiguos cultivos en pequeñas parcelas de olivos ganadas al monte.

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Mirador de Rabassa.

Llegamos a una carretera, que seguimos hacia la derecha durante un kilómetro; entonces nos desviamos a la derecha para bajar hasta el mirador de Rabassa. De izquierda a derecha distinguiremos las sierras de Las Pansas, El Carche, El Serral, El Buey y el Monte Arabí. Volvemos al camino principal y progresamos por la pista, que se retuerce en curvas y contracurvas cortando laderas cuajadas de madroños. Pasado otro kilómetro, nos salimos a la derecha en una curva para dejarnos caer por una camino muy empinado, abierto seguramente para sacar madera. Si hemos sido previsores y llevamos bastones de marcha nos ahorraremos alguna que otra caída provocada por la piedra suelta. En unos 500 metros nos encontraremos de nuevo en el camino en el que iniciamos el recorrido, junto al Aula de Naturaleza.

Fisgoneado en La Verdad.

This entry was posted on 2/13/2009 and is filed under , , , , , , , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.