Pedro Cano.
2/25/2009 | Author:

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Son pocas las ocasiones en las que la pintura permite crear el artificio de la tercera dimensión en un espacio real; pocas en las que el visitante de la exposición se convierte en viandante codo con codo con los personajes allí representados; y pocas las que pueden llegar a resentirse de la misma dinámica del montaje, que establece un recorrido necesariamente caótico precisado de otra salida, para no romper la impresión de tridimensionalidad al encontrarse con los reversos vacíos de contenido.

En este caminar al unísono, todos los personajes se muestran de espaldas, van delante de nosotros y nuestra mayor velocidad en el paso hace que los adelantemos, que superemos su presencia para entrar en contacto con otra/as. Precisamente, esta visión de los personajes es la que demanda el carácter de itinerario de la escenografía, con entrada y salida distintas, con el juego de la apariencia que, sin perder nunca de vista la referencia pictórica y sus cualidades, dé a la exposición una dinámica distinta (se puede argumentar que es precisamente la identidad transitoria, no definida, la que exige el contrapunto radical para generar tensión y hacer visible lo que por cotidiano escapa).

Con todo esto, parece que nos hemos olvidado de las obras, y no es así. Allí están presente, compartiendo su paso apresurado o cansino, el movimiento alegre y despreocupado de la juventud, el estudiado o el contenido porque sí pesan los años. Son personajes anónimos -como nosotros mismos para otros- en la abundancia de tipos reconocibles; integrados en su ambiente, en su atmósfera pictórica incluso cromáticamente. No existe disfunción, y Pedro Cano conserva su modo de hacer, el que lo define y lo valoriza.

Pero, en la observación detenida de la obra -y en un acto de afirmación de ella- apreciamos ciertos detalles que retrotraen a otras pinturas, a aquellas que aún hacían más evidente el intimismo de la composición, la sutileza en el tratamiento de dibujo y espacio que influía y, a la vez, quedaba impregnado por la presencia/ausencia de los personajes y la conseguida degradación cromática dentro de una misma gama tonal. La supuesta vuelta atrás no implica retroceso sino consolidación, reafirmar el terreno para dar mayor solidez al discurso y hacer factible su comprensión: aquello que, aparte del valor estético, le ha movido a hacer esta exposición y no otra.

Fisgoneado en La Verdad.

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