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La calle de la Soledad prácticamente se ha perdido por obra y gracia de la recuperación del Teatro Romano, ya que se entraba a ella procedentes de la calle Nueva para salir a la Cuesta de la Baronesa, y las calles de Don Gil y de Orcel, que desembocaban por su izquierda han desaparecido. Pero su historia sigue perenne en la memoria de los cartageneros.

La pesquera era la principal industria de Cartagena y su más sobresaliente fuente de riqueza. Los pescadores habitaban en su mayoría en unas estrechas y tortuosas callejas próximas a la Catedral Antigua y dieron nombre al barrio durante siglos hasta perderse definitivamente.

En este barrio era donde existía una estrechísima calle llamada de la Soledad, aunque al principio los de la Hermandad de la Pesquera le decían de Jesús Nazareno en honor de su santo patrono, pero habiendo un arráez que puso a principio del siglo XVII en la fachada de su casa una estampa con la Virgen de la Soledad, a la que por la noche alumbraba un farolillo de aceite, la calleja tomó el nombre de la citada Virgen, que todavía conserva. Más tarde, en el siglo XVIII, en el ángulo que forma la calle para dar salida a la Cuesta de la Baronesa, pusieron los vecinos un altar con la Virgen de la Soledad, y la Santa Cruz con todos los atributos de la Pasión del Señor, y en él se estuvo diciendo misa los domingos hasta 1820. Con el correr de los años se fue perpetuando la piedad y devoción de los moradores del barrio que colocaban en el lugar numerosos exvotos.

El cargo de santero para el cuido, limpieza y adorno del altar estuvo vinculado a una familia que lo fue heredando de padres a hijos. Desde antiguo, celebraban los del barrio el día 3 de mayo y, durante una semana, la fiesta de la Santa Cruz.

La calle de la Soledad fue célebre en el segundo tercio del siglo XIX por una casa de comidas que era conocida por el Bodegón de Córcoles. El cartagenero que se preciaba de serlo -escribía Federico Casal- cuando hablaba de las cosas notables de la ciudad nunca se olvidaba de citar a Córcoles, famoso por la preparación de los calamares, y los forasteros jamás abandonaban Cartagena sin haber saboreado sus típicos guisotes. Y se cuenta que en el célebre bodegón, entre calamares y mariscos rociados con el vinillo de la tierra se fraguó el alzamiento político del 68, por aquellos patriotas que conspiraban en la botica de la calle Mayor y continuaban allí los manejos revolucionarios que ayudaron a dar al traste con el reinado de Isabel II.

En la calle ahora queda, al fondo, el cuadro de la Virgen, obra del laureado pintor Francisco Portela. A la derecha, la Muralla Bizantina los aledaños del recuperado Teatro Romano.

Tradicionalmente, los miembros de la agrupación marraja de la Virgen de la Soledad, tras la recogida de la procesión del Encuentro se dirigen a la calle de la Soledad donde cantan una Salve a la Virgen.

Fisgoneado en La Verdad.

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