La protección de Cultura no ha impedido el deterioro de la arquitectura rural, mientras crece un movimiento ciudadano a favor de salvar este patrimonio.

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Nadie diría que el molino del Batán, en Zarandona, es un monumento, tal y como figura inscrito en el catálogo de Patrimonio Histórico, por su «valor etnológico y testimonial». Visto desde fuera parece un viejo establo, sucio y destartalado, y sólo el nombre que aún luce grabado en su fachada principal evita la confusión. Ni la máxima protección que le otorga la ley, como bien de interés cultural, le ha valido para salvarse de la ruina. La construcción, del siglo XVIII, es la viva imagen de la desidia.

La deficiente conservación de este inmueble, de raíces árabes, ubicado en el Camino Viejo de Monteagudo, es el botón de muestra del deterioro que sufre la arquitectura popular de la huerta de Murcia. Un abandono sobre el que ya se ha dado la voz de alarma, cuando además la Unesco tiene que tomar en pocos meses una decisión acerca de la candidatura para declarar el Consejo de Hombres Buenos (el órgano que dirime los conflictos en la huerta) como patrimonio inmaterial de la humanidad.

Quince colectivos (entre asociaciones vecinales, entidades conservacionistas y grupos ecologistas) se han movilizado para intentar salvar lo que aún queda de esa herencia. Para José Antonio Moreno, presidente de la Asociación para la Conservación de la Huerta de Murcia, lo más urgente es que la Junta de Hacendados paralice el entubamiento de acequias, una red de riego medieval que es el origen de esa arquitectura rural que caracteriza «el paisaje cultural» de la huerta.

Una carta al alcalde

En una carta enviada al alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara, Moreno pide que se decrete una moratoria sobre todos los proyectos para cubrir los cauces, hasta que un grupo de expertos, compuesto por arqueólogos, botánicos y biólogos, elabore un «estudio en profundidad donde quede asegurada la restauración y rehabilitación de esta histórica infraestructura, con el fin de revalorizar nuestra huerta». En el mismo escrito, se advierte del «grave estado de dejadez y abandono» que presentan las construcciones asociadas al agua que salpican la red de acequias de la huerta de Murcia (molinos, almazaras, azudes, norias, acueductos, partidores, puentes) y que pese a estar recogidas, la mayoría, en el catálogo de elementos protegidos del plan urbano, corren serio peligro de desaparición.

La amenaza ya se cumplió con el molino viejo de Aljucer, en cuya fachada campeaba un escudo heráldico del siglo XVIII. El emblema nobiliario, protegido como bien cultural, quedó hecho añicos hace poco más de un año, cuando la Junta de Hacendados demolió el inmueble dentro de las obras de modernización de los regadíos. De nada sirvió la obligación legal de conservar el escudo «en su integridad» así como de «mantener su ubicación». Sin embargo, fue la gota que colmó el vaso. A partir de entonces el movimiento ciudadano para salvar los monumentos de la huerta de Murcia no ha hecho más que reclutar partidarios. Y no parecen dispuestos a detenerse.

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En la lista de esta arquitectura rural en peligro figura, por ejemplo, el molino Alfatego, próximo a las naves del Tío de la Bota, una construcción singular de ladrillo y sillares, aún sin catalogar por Cultura, que destaca entre los últimos huertos de limoneros cerca de las torres de oficinas levantadas en la avenida Juan Carlos I. La descolorida ropa que cuelga tendida en los balcones de la fachada apuntala la sospecha de los vecinos de que el edificio, donde se molía trigo y ñoras con la fuerza del agua de la acequia, es ahora refugio de un grupo de sintecho. Peor estado presenta el molino del Amor, en La Albatalía, convertido en un vertedero maloliente. Cerca de allí, al borde de la carretera de La Ñora, en el cruce con la senda Culones, aún quedan a la vista, entre basuras, las compuertas del molino de Funes. En este paraje, junto a la acequia mayor, hay un conjunto de casas, la mayoría del siglo XIX, protegidas en el plan urbano por su «interés ambiental».

Otro desaguisado. El pozo, de esbelta cúpula puntiaguda y seis arcos ojivales, que hay en el cruce de las carreteras de Cabezo de Torres y Zarandona, se ha visto cercado por las obras de construcción de la avenida Miguel Indurain, que realiza el Ayuntamiento, así que difícilmente podrán cumplirse las exigencias que marca el propio plan urbano: «Deberá protegerse el entorno, evitando actuaciones que alteren su valor ambiental». Todo lo contrario de lo que se ha hecho.

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Y de Zarandona a La Ñora. Su famosa rueda (siglo XV) ha vivido mejores tiempos. La estructura metálica está desgastada por la corrosión, y pese a tratarse de un bien de interés cultural no existe ningún cartel que informe de la importancia de este elevador de agua. Claro, que al menos se mantiene en pie. Porque no ocurre lo mismo con una hermana pequeña de esta histórica rueda. La noria de Felices (siglo XVIII) hace tiempo que desapareció de la huerta de Javalí Viejo, según explica el investigador, escritor y fotógrafo Manuel Muñoz Zielinski, autor del documental Las norias, proyectado en el pabellón de Murcia de la Expo del Agua de Zaragoza. El catálogo municipal sigue recogiendo este artilugio hidráulico como un elemento protegido, pese a que ya no existe. Ojear las fichas de este inventario del Ayuntamiento de Murcia deja poco espacio al optimismo, porque los calificativos que más se repiten en lo que se refiere a la huerta son deteriorado y muy deteriorado. Así ocurre con el molino Armero de Cabezo de Torres, el molino de Roda en La Albatalía y la Torre de Plácido, en La Raya, por citar tres casos.

Muñoz Zielinsky se lamenta del desinterés que, a su juicio, ha mostrado la Consejería de Cultura por el patrimonio etnográfico y alerta de que la degradación de estas obras de la ingeniería tradicional no es un problema exclusivo de la huerta de Murcia, sino que afecta a otros municipios de la Región. Este experto señala que «la Confederación Hidrográfica del Segura y la Junta de Hacendados de la Huerta cumplen con su cometido de modernizar los regadíos, pero se hace necesaria una política de conservación por parte de los ayuntamientos y de la Consejería».

El investigador indica que el primer paso es elaborar un inventario de la infraestructura hidráulica. La cuestión es que «no sólo hay que ver qué se conserva y cómo, porque a veces puedes hacer un buen trabajo de restauración y puesta en valor, pero al poco tiempo ya ha sufrido algún ataque; y más en estos elementos que suelen encontrarse en lugares pocos frecuentados, y por lo tanto resulta más fácil realizar destrozos.

Sesenta y nueve canales

Desde la Consejería de Cultura, se indica que el servicio de Patrimonio Histórico ya está trabajando en la elaboración de un mapa con los bienes inmuebles de la red hidráulica de la huerta. Todo el trabajo de campo ya se puede consultar en la página web referida a la candidatura del Consejo de Hombres Buenos y el Tribunal de las Aguas presentada ante la Unesco (consejodehombresbuenos.es).

Durante cuatro meses, un equipo de técnicos recorrió 69 canales, entre acequias, azarbes y algunos brazales, hasta cubrir una distancia de 348,66 kilómetros, con el fin de hacer un inventario de todo lo que se encontraban a su paso: molinos, compuertas, rejillas, ruedas... En total se han fichado 434 elementos. El siguiente paso es analizar cuál es su estado de conservación y habilitar «algún tipo de protección» para los bienes más relevantes.

Aunque aún no hay conclusiones sobre esta investigación, una primera valoración confirma que la ruina avanza rápido sobre esta página de la historia de Murcia.

LA RED DE RIEGO

Acequias mayores: Cauces de aguas vivas que nacen en el Segura, en el paraje de la Contraparada, para regar la huerta. Dos son las más antiguas: Aljufía (al norte) y Barreras (al mediodía). De aquí parte toda la red de riego de la huerta. Existe una tercera, Churra la Nueva.

Acequias menores: Riegan las tierras de una zona determinada (heredamiento).

Brazales: Toman el agua para el riego de las acequias mayores y menores.

Regaderas: 'Beben' de los brazales.

Escorredores, azarbetas, azarbes (landronas) y meranchos: Cauces de aguas muertas que recogen el exceso de humedad de las parcelas.

Procurador: Es el encargado y responsable del cuidado de la acequia.

Veedor: Acompaña al procurador cuando se realizan las mondas (limpieza) de las acequias.

Tahúlla: Unidad de medida de la tierra en la huerta. Una tahúlla equivale a 1.118 metros cuadrados.

Heredamiento: Conjunto de tierras que riega un cauce.

Fisgoneado en La Verdad.

This entry was posted on 3/09/2009 and is filed under , , , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.