El aguileño Carlos Buitrago estrena 'Robert y el anarquista', un cortometraje sobre la mítica foto de Robert Capa a un miliciano abatido en la Guerra Civil.
La legendaria fotografía del miliciano. / ROBERT CAPA.
¿De qué hablarían Robert Capa y el miliciano anarquista antes de que éste fuese tiroteado y el conocido fotógrafo inmortalizara el momento en una de las instantáneas más famosas de la Guerra Civil? Puede que de nada, pero también puede que de mucho. El también fotógrafo Carlos Buitrago Aledo tuvo una hipótesis y una tarde se puso manos a la obra para convertir sus ideas en un cortometraje. Así alumbró su ópera prima: Robert y el anarquista, rodada en escenarios de su ciudad natal y de la vecina localidad de Lorca.
«Es una historia inspirada en hechos reales. Es muy importante subrayar lo de inspirada puesto que es un enigma la relación que hubo entre Robert Capa y los milicianos retratados en el famoso reportaje. Esa foto había pasado por mis ojos muchas veces en mi vida porque provengo de una familia de fotógrafos desde el año 1904. A eso hay que sumarle que también tenía inquietud por hacer un cortometraje, sólo que si no encontraba una buena historia para mi ópera prima, no terminaba de arrancar. Así que una tarde empecé con el guión de lo que pudo pasar ese día en Cerro Muriano, en Córdoba, y conseguí una historia entrañable».
Bajo presupuesto, decorados de andar por casa y amigos y familiares metidos a actores. Al final, sin dinero, también hay historia. «Estuvimos trabajando unas 25 personas durante un mes y medio. La verdad es que estoy muy satisfecho pero siempre te queda la sensación de que se podría mejorar mucho, y no por falta de talento, precisamente. Ya me entiendes, por falta de dinero. Mi presupuesto era cero euros. Perdón, la segunda mañana de rodaje gastamos 20 euros en bocadillos y saladitos».
El cortometraje se rodó en Lorca y Águilas.
De momento, la cosa no va mal. La presentación del cortometraje fue todo un éxito de público y está pendiente el estreno en la sala Costello de Madrid. Lo que no se ve en la cinta son esos momentos difíciles del rodaje que el equipo técnico guarda bajo secreto de sumario. «Lo más difícil fue ver a tanta gente involucrada pasando frío y sin ánimo de lucro, simplemente estaban allí por el placer de hacer cine. También me sorprendió mucho la gran explosión, fue mi bautismo con los efectos especiales. El trabajo con los actores ha sido genial, sabían perfectamente lo que quería y hubo pocas instrucciones. Casi todos los planos me valían, el dilema llegó después en el montaje». No es la primera historia sobre la contienda bélica de 1936 y con toda seguridad no será la última, pero su director tiene claro que la sensación del público no es la de ¡bueno, otra de la Guerra Civil! «Puedo decir que aunque la cinta esté contextualizada en el año 1936, es tan rápida, interesante, documental y emotiva que cuando acaba te quedas con ganas de ver el largometraje».
La labor de documentación ha sido fundamental, aunque al principio no faltaron los tropiezos con la historia. «He investigado mucho. Me sé al completo la vida de Robert Capa, eso sí, a raíz del corto. Antes incluso me equivocaba con el nombre, creía que se llamaba Fran Kapa», comenta entre risas el flamante director.
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