REMANIENTE A LOS RAYES MAGOS.
1/10/2010 | Author:

(Pregón de Pascua 2009)

Por Manuele Zapata de San Nicolás.

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Mentan los parabreros, que pregonar, es cacarear u esturrear prúbicamente, argo que convié que se sepa. Tarea esta, complicá u faciliquia, sigún se mire, en er caso que nus acupa, poique, posiblemente, dengún otro acontecío en la bolica er mundo, sea tan conocío y haiga tenío tanta trascendencia histórica, como la nacencia de Jesús er Cristo.

Y es una tarea complicá, poique la injormación esistente, es tan apabullante y tan conocía, qu’es mu empinao mentar argo que sea de veras novedoso y se salga de parva. Anque tamién, por contra, pue ser faciliquio hacer un pregón zarangollo, tomando repitajos daquí y dallí, y dáltelas de sabío y esparpajao.

En el olden religiano, se comemora er 2009 aniversario de la nacencia del hijo Dios, sigún citan los Avangelios. Por eso, la Pascua, la Navidá u la Natividá, sigún cheramos llamal.la, como no poiba ser dotra moa, es una cilebración alegre y asperanzaora, basá, jundamentarmente, en dos tópicos qu’han sío descrebíos magistrarmente por la lliteratura de tos los tiempos:

Uno, es el espéritu fraternal de la Navidá, que por estas flechas hace a los hombres más güenos, solidarios, compasivos y caritativos, anque esto dure más bien poquiquio. El otro, es la magia de la Navidá, que lo engüelve to duna boria sobrenatural y que nus mueve al rencuentro familiar, comu’er consabío anuncio der turrón el almendro: que güelve a casa por Navidá. D’ahi la tendencia, entavía predominante, en esta sociedá laizante, a pasar la Nochegüena en familia y a orsequialse mutuamente con regalos.

Y allegaos, en este inte, ar tema e los regalos, hay qu’hacer, como no, un apartijo mu aspecial a los Rayes Magos: alusión de críos y, por qué no, tamién de mayores. A estos magenciosos y mágicos presonajes, como su propio nombre menta, hay que suponel.les la magia d’arrecorrer toas las quiasas, ande haiga críos, por arrinconás y alenjás qu’estén, y alleval.les jubetes, cumpliendo con un ritual que se pierde en la noche los tiempos.

Yo, aquí, esta noche, enchándome, comu’er que no quie la cosa, unos sesenta años a coscaletas, quio sentilme com’un crío dunos sais años, y rememorar un sucedío qu’aconteció aquí mesmico, a dos pasos, ajuera la Ilesia, y der cualo, fi un asistente precoz y previlegiao, pos tuví la suerte y la jortuna de vivil.lo en primera presona.

Yo, con mis sais añicos d’edá, como cualsiquier zagalico d’antonces, teniba entera y plena concencia de quiénes eran los Rayes Magos, tu’esto, a través de las historias sagrás que me contaban mis páeres, qu’en paz descansen, los cualos queriban que sus hijos fuan güenos cristianos, estuvián bien injormaos y jormaos en esta materia, y como no, obidientes y fieles cumpliores de los mandatos de la Santa Máere Ilesia y de sus devinas ensiñanzas.

Yo, dende siempre, he sío mu pensón y preguntón, y er tema e los Rayes me teniba aspeciarmente intrigao, y, en remanencia con él, allevaba a mi páere asainao vivo con tantos preguntaos: un suponer, quienes eran aquellos hombres, ande vivían, cómo viajaban, ¿de noche u de día?, ánde dolmían, qu’es lo que minchaban, quien segaba la yerba a los caballos, en qué acarriaban tanto jubete… y asín, equilicuá, una sinfinitú más de preguntaos, qu’arrecibían sus corrispondientes rispuestas, la mayoría las feces, poco u na, convincentes, por lo cualo, a renglón seguío, yo hacía la consabía pregunta aclaratoria: ¿y eso por qué? Y la rispuesta tajante de mi páere era: eso poique sí, y cállate callao, que ya está bien.

Manque aquel año der Siñor der 1950 y pocos, contra to lo pensable y dimaginable, mi páere me susprendió una pijá diciéndome que m’allevaría, presonarmente en presona, a conocer en sus propias chichas a tan enirmátigos y magenciosos presonajes. Como se poeis fegurar, me quee avisiblao, acoquinao, sin naica qu’icir, como si estuviá múo, zullío e mieo, temblequeándome las patas…Creo qu’hista m’hicí encima. Aquello era mu juerte.. la repanocha.

En er Salar, nu’ha sío mu tradicional la ripresentación de los Rayes Magos, manque aquel año, por un casual, la hubió, y mi páere, er mu cuco, aprovechó la ocasión pa empantillalme y prisentalme la tal junción como argo real. Y, creelme, naica más faciliquio en er mundo tratándose de mí, que me lo creiba to a pie juntillas, y entavía cuasi me lo sigo creyendo.

Pal encarruchaor del Auto e los Rayes Magos, er tio Paco Guerrero, mi avecinao, y un hombre mu pijicas y mu apegao a la tradición, la junción debía comencipiar na más espuntar er día, poique, sigún él, jue er preciso memento en er cualo s’escontraon y conoción, en las ajueras de Belén, estos magenciosos y mágicos presonajes. Los cualos, haiban allegao allí, por destintas carrucheras, dende diversos paises y tierras mu alenjás, guiaos por la estrella e Belén, quen aquel inte, por haber ya amanecío, haiba esaparecío. Y aquí, en ese justo memento, emulando ar pie la lletra la historia sagrá, la junción debía comencipiar, y comencipiaba.

Asín, que pa que no se nus escapara naica rematao, mi páre y yo tuvimos que madrugar una burrá, pos viviamos en el Rincón de San Antón, ande entavía vive mi helmano Perico, y tenibamos que zanquear com’unos dos kilometros, a patica, hista Er Salar, zarpeando por la verea Los Zapatas, convertía aquella trempanera en un barruzal y escura como la boca un lobo, acompañaos, eso si, mursicalmente por los cantos de gallos y tutovías.

Yo iba mu animao y alusionao, poique se trataba, ni más ni menos, que d’esfisar dende cerquetica a los pa mí amos de los jubetes, y teniba la entera convinción y certeza de qu’eran presonas reales de chicha y güeso. Por lo cualo, yo traté de convencer a mi páere, pa que nus alleváramos una capaza ande allevar cómoamente los jubetes que me pudián dar, pos ar fin y a la prepartía, yo había sío aquel año, como tos los años, güen zagal, m’había portao bien y me los merecía.

Mi páere, me convenció, no sin cierta deficurtá, de que nu’era mester tomar aquellas midías y precauciones, poiqu’ellos sabían mu bien ande viviamos y allevarían dirertamente los jubetes a la casa, contimás, que la capaza se poiba quear pequeña, pos igual, juera miserias, me trujiban una sera, u muncho más, una sarria repleta.

Arrecuerdo mu bien, qu’aquella trempanera der sais d’enero der milenta nuevecientos cincuenta y pocos, hacía un frío que pelaba y la helor había convertío en cristales de yelo, el abua de los charcos qu’había en la carralera, como consicuencia de la llovía der día antirior. Yo iba con pantaloncicos cortos, como corrispondía ‘aquella norma no escrebía que s’aplicaba a los zagales de mi edá, y’indemás me currinchaba, comu’era lo corriente antonces, con un camisón y sobrél un jersé, y encima una chamarreta. Y tapándome la boca y las orejas y cuasi los ojos una recia gufanda, tan jrandota, que más paiciba una manta. Tu estas prendas hacías en er taller familiar de costura qu’antoces eran las quiasas güertanas. Mis pieses iban calzaos con unos zapatos de material, que, creo arrecoldar, m’haciban buba, por estar acostumbrao a llevar, dende siempre, quito en ocasiones tan aspeciales comu’aquella, apargates.

La verea los Zapatas, estaba poco menos qu’intransitable, ya que su firme era simplemente de tierra, sin grava, gravilla, zaborra, ni na por el estilo que lo endureciá. Arreando pa nu’allegar tarde y con tiento pa no pegarte un rescullón encomedio er fangal, alleguemos entavía escuro ar Salar, ar sitio ande debía ser el escuentro intre los Rayes Magos, qu’era en la mesma carralera, enfrentico la ilesia. Fimos de los primericos en allegar y estabamos arrecíos de frío, enchando, sin jumar, humo por la boca, y sin dejar d’estoser, en una mañana tan helaora comu’aquella.

La noche se jue, a poquico a poco, clareando dando paso a l’albá, y la gente se jue arremaneciendo, tamién a poco a poco, arrejuntándose hista ser una parvá considerable a l’aspera los Rayes Magos, los cualos vendrían, sigún se mentaba, en caballos, dende diversas provenencias y por destintas carrucheras der puebro. Uno, se deciba que vendría por la verea la Cruz, otro, por la verea la Cueva, y un tercero, por la der Cimenterio.

Dimpués dun desinquietante y desasperante tiempo d’aspera, allegaron, por fin, los Rayes, amontaos en sus jampones, impresionantes y enjaezaos caballos, con sus magenciosos mantos y túnicas, sus retijantes cetros y coronas, sus crecías balbas y melenas, acompañaos de sus pajes, a pata, no menos emperifollaos y currinchaos. Yo me quee avisiblao, acoquinao, acanguelao vivo, y me se metió un pirringui en er cuelpo y una temblaera en las patas, que si no me l’hubián empedío hubiá salío corriendo pegándome patás en er culo.

Sigún yo me fi enterando, años dimpués, los artistas de la ripresentación, eran presonas der puebro, y en er caso de los Rayes, mu aspecialmente, gente que teniba caballo, y encuanti no lo teniba, pos antonces era arguen a quien se lu’emprestaba argún familiar u argún avecinao. Anque, neste supuesto caso, la guía y er gobielne der caballo se le confiaba por entero ar paje, er cualo, asujetaba, mu bien asujetao, er caballo por er cabestro. Ni qu’icir tié, quer paje, conocía mu bien ar caballo de cudial.lo, y este a él, lo cualo tranquilizaba munchote al Ray caballista.

Los Rayes, en sus rispettivos caballos, acompañaos por sus pajes, se fion arrimando, a poquico a poco, ar sitio apriparao d’antimano, ande debía comenncipiar la ripresentacíón, manque uno de los caballos, precisamente aquel que no iba montao por su propio dueño, estaba dando muestras y siñales dun cierto niervosismo, sigún manoteaba sin cesar, manqu’era apaciguao y tranquilizao costantemente por er paje.

Güeno, una vez aquí, y ampostaos tos en sus corrisponsdientes sitios, la junción iba a comencipiar, dimpués de la consabía traca. El encarruchor de la junción hició una siñal y, de contino, comencipió a esclatar atronaoramente la traca, y al inte, com’un llampo, salió enflechao por encomedio la gente, tirando hincia la carralera, un caballo albar, asustao perdío, arrastrando por er charquerío ar paje y allevando cuasi en volandas, en lo alto, al Ray Baltasar, er cualo, con la capa desplegá por el aire, semejaba talmesmo a Drácula haciendo rodeo americano sobre un toro selvaje, y, asperando la gente que cayera dun memento al otro, como asín jue, viniédose a esclafar, com’un rano, encomedio er charco más jrande qu’habiba en la carralera.

Er caballo viéndose llibre saltó la ciequeta y por encomdedio los fancales se jue a la querencia la cuadra, pese a quen su presecución salió una parvá de güenos mozos corriendo a to meter ezaga dél. La gente despavoría, desorientá y sin saber que pasaba, ni acualo era er perigro, corriba sin rumbo pa tuas partes, sin saber ande arrebujialse, y munchos fion arrempujaos y otros trompezaron, cayendo ar suelo, encomedio er charquerío, y pisoteaos sin contemplación ni consideración por er tropelío que se jormó.

Los cayíos, paje y Ray Mago, fion alevantaos y atendíos por la gente d’alreor, pero, ¡oh miragro!, el ray negro ya nu’era negro, pos teniba la jeta toa churretosa d’abua chirle y asemejaba tal mesmo la dun pantasma. Por jortuna, los cayíos, dimpués der jrandote batacazo que s’habían pegao, no s’habían lisiao de cudiao, solicamente maulao y eshollao un poco, y, anque estaban hechos unos cristos, llenos de barro por tuas partes, decidión que poerían seguir su artuación, como asín jue, anti er palmerío de la concurrencia y las incesantes risás y carcallás que prevocaba la jraciosa y cómica estampa del Ray depuesto, descolorío y hecho un decehomo.

Güeno, siñoras y siñores, aquí arremata esta memorable historia, qu’una vez más tuvió a los Rayes Magos y a un puebro güertano y panocho como pretagonistas endiscutibles.

Que la magia de la Pascua los engüelva a tos vusotros con su cálido manto, y quel espéritu de la fraternidá los dure tu’el año qu’entra y se renueve en los venieros.

¡ Felices fiestas y venturoso Año Nuevo!¡Viva la Pascua! ¡La Pascua viva!

Munchas jracias. Dista siempre.

Ilesia Nuestra Siñora de las Glárimas, Baena. Er Salar, Llano de Brujas, 19 de deciembre de 2009.

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