Soy un vicioso de la fotografía y no me importaba asumir riesgos.

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En la primera imagen, Tomás muestra su máquina Hassenbland.

Por la archifamosa foto de Manuel Fraga bañándose en Palomares (año 1966) Tomás recibió un cheque por valor de 300.000 pesetas. Para hacernos una idea, digamos que eso era lo que valía un piso en Barcelona, en la plaza de Lesseps (cercana a la Diagonal y al Parque del Carmel) o en Consejo de Ciento, según los precios que publicaba el diario La Vanguardia, en su sección de anuncios clasificados, del día 27 de mayo de 1966. Pero Tomás Lorente Abellán (Murcia 1931) no se fue a Barcelona ni a ningún otro sitio. Se quedó en Murcia, su tierra, y haciendo lo que siempre había hecho y que, encima, le gustaba: fotografías para el periódico. Lo que hoy se llama fotoperiodismo. Y lo hacía cuando había que llevar película (y gastar poco carrete) por lo que el periodista gráfico tenía que esperar el momento cumbre. De la jugada de gol, en el fútbol; de la manoletina, en los toros; del encuadre de la imagen y el paisaje, en la procesión; del gesto, en la entrevista; del detalle, en la recepción; y del impacto en el accidente, que de todo eso, y de lo que hiciera falta, hizo Tomás en el ya más que centenario periódico La verdad del que fue redactor gráfico. Hace 14 años que se jubiló. La conversación con Tomás se convirtió en un relato resumido de sus principales experiencias.

CÓMO APRENDIÓ

Miguel Herrero fue su maestro y al que sustituyó en La verdad. En tiempos de pluriempleo, Herrero también era delegado de Estadística en Murcia, por lo que durante algún tiempo Tomás hacía las fotos y las firmaba Herrero, del que dice que «era muy buena persona y un fotoperiodista de los que no hay ahora. De él lo aprendí casi todo». Y a su trabajo le debe que el entonces nuevo director del periódico, Venancio Luis Agudo Ezquerra, le contratara en el año 1960.

AMIGOS HASTA EN EL INFIERNO

¿Qué cómo pisaba las noticias? Teniendo amigos en todas partes. Por ejemplo, un camarero de El Rincón de Pepe me llamaba y sólo me decía «aquí tenemos un pájaro». Por ese sistema yo fotografié a Carrero Blanco, Anthony Quinn y a muchos otros personajes. Cuando el incendio de la Refinería de Escombreras, año 1969, me fui muy temprano en mi Gordini. La Guardia Civil tenía acordonada la zona y me paró. Yo conocía al capitán quien me dijo que no podía pasar. Le propuse que se diera la vuelta y yo pasaba sin que se diera cuenta. «Tendrá que ser muy rápido», me dijo. Y pasé. Ya dentro, tampoco podía acercarme, pero conocía a un ingeniero de los que estaban organizando la lucha contra el fuego, me facilitó un casco y tiré dos rollos de fotografías. Hay que tener amigos hasta en el Infierno.

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Una de las fotos que hizo durante el famoso baño de Fraga en Palomares.

CASI SE VISTE DE CURA

Balduino de Bélgica vino a San Javier. Junto con el redactor, estuvieron esperando a que saliera, pero no aparecía. Tomás se acercó al cura Antonio, que conocía, y le dijo que le dejara una sotana. «No que te conozco», le respondió el sacerdote. No consiguió la sotana pero sí que le dijera por dónde iba a salir… hacia el mar. Porque el rey belga se iba a dar un baño y luego se marchaba. Se situó estratégicamente, esperó agachado con la máquina escondida y cuando lo tenía a dos metros de distancia le tiró 7 u 8 fotos con una Nikon continua. «La policía se quiso llevar la máquina y yo me negué. Luego el ministro del Ejército llamó al periódico diciendo que me había colado. El director me defendió y publicó una serie de fotos en primera página con el rey Balduino en bañador yendo hacia la canoa. Esas cosas no se me olvidan».

-Tenía mucha decisión para la época que era.

- Sí, claro. Lo que pasa es que yo no iba a engañar a nadie y la gente lo sabía. Cuando vino Franco a inaugurar el Cenajo, que eso sí que era difícil, ¿sabes?, te pedían hasta la partida de nacimiento. Bueno pues el único que se adelantó fui yo. Me fui por la noche hice la foto de Franco, volví a Murcia, revelé el negativo, lo llevé al periódico y me volví al Cenajo para estar por la mañana en la inauguración oficial.

AFRONTAR EL RIESGO

No es que buscase el riesgo, pero no lo rehuía. Después, hasta le gustaba. «Yo soy un vicioso de la fotografía, sí, me gustaba. Pero no sólo estaba en los sucesos, sino en todas partes, ¡como era yo solo!». Así que Tomás sacaba fotos en los toros, en el fútbol, en la procesión. «Y también en la tienda», le digo. Y responde: «Bueno, la tienda la puse para revelado y para bodas. Como yo digo: los he casado a todos, pero era secundario. Si tenía algo para el periódico la boda se quedaba sin hacer».

PEQUEÑOS TRUCOS Y ACCIDENTES

Ahora, con las cámaras digitales, hay más donde elegir. Los fotógrafos disparan decenas de veces sin problema de gastar película. «Mejor para ellos», dice Tomás quien recuerda que había que estar muy pendiente de cuando arrancaba el toro para hacer la foto, o cuando se tenía que colocar detrás de las porterías de fútbol, con trípode, para colocarse detrás del objetivo en cuanto preveía jugada de gol. Una vez el delantero del Murcia Lax no acertó con la portería, pero sí con la cámara de Tomás al que le partió una ceja el balonazo. Otro día, cuando se construía el túnel del Talave («el trasvase del Tajo me lo he fotografiado entero») chocaron dos vagonetas delante de él. Hizo la foto, pero una vagoneta le rompió un dedo. Le curó, allí mismo, un capitán de la Guardia Civil.

ESCURRIDIZO Y SOLITARIO

Como dice García Martínez en su libro Gente de Murcia, Tomás aparecía de pronto, sin ruido. «Mejor dicho, en un momento dado, adviertes que está allí. No sabes cómo ha llegado (… ) No estaba y ya está. Tampoco lo ves marcharse. Estaba allí, contigo, y ya no está». Y bien que lo sabe García que le estuvo buscando todo el día 3 de octubre de 1969, cuando el incendio de Escombreras. Entonces no había teléfonos móviles y Tomás no estaba. García y Venancio (el director) bramaban. Cuando ya anocheciendo apareció Tomás en el periódico le avisaron de la que le esperaba. Él se fue al despacho del director y, sin decir ni media palabra echó las fotos encima de la mesa. Don Luis (así llamaba Tomás al director) las miró y le espetó «¡Me ha jodido usted!» Y Tomás «¿cómo?». El enfado era porque tenía las planas hechas y tuvo que tirar cuatro para atrás. Luego le felicitó. «Confiaba mucho en mí, aunque aquel día creyó que le había fallado».

El fotógrafo monaguillo.

Tomás Lorente Abellán es el tercero de cinco hermanos que quedaron huérfanos de padre cuando aún eran muy niños. Su madre, modista, trabajaba día y noche para sacarlos adelante y él, desde muy niño, supo que había que ayudar. La fórmula que Tomás encontró fue la de ser monaguillo. Se levantaba a las 5 de la mañana y se iba a la iglesia de las Siervas de Jesús. Ayudaba a Misa y después las monjas le daban de desayunar. Cobraba 3 pesetas semanales. Buenas eran. Durante el día ayudaba al fotógrafo Miguel Herrero, del que aprendió muchísimo, y por la noche iba a la escuela de Los Luises, en Santo Domingo. De la mano de Herrero empezó a hacer fotos para el diario La verdad, donde se hizo redactor gráfico. Él guarda un especial recuerdo de quien primero le contrató, Venancio Luis Agudo Ezquerra.

Casado con Encarna Melgarejo, y sin hijos, los premios Europa Press, Ciudad de Murcia, Nogués y Diputación Provincial le otorgaron reconocimiento a su tarea. En su cámara está recogida la historia de 60 años de Murcia, como bien muestran sus dos libros editados, La Murcia que yo vi y 50 años de Murcia. El Ayuntamiento de Murcia puso su nombre a una calle.

Fisgoneado en La Verdad.

This entry was posted on 9/29/2009 and is filed under , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.